La importancia de la actividad física en el adulto mayor

La falta de actividad física a toda edad es semejante a las aguas estancadas que forman pantanos. Nuestro sistema inmunológico necesita que el líquido que circula por los vasos linfáticos sea impulsado por el movimiento de las extremidades y de la compresión muscular.

 

Por Roberto Pino Arias

Preparador físico – Fisioterapeuta deportivo – Estudiante de psicología.

Chile es el segundo país más envejecido de Latinoamérica, pero aún así, por lo general, son pocas las personas que escucho reflexionando acerca de las condiciones físicas en las que desean llegar a su vejez. Si bien el envejecimiento es un proceso irreversible, sí es posible retardarlo o modificar la manera de sobrellevarlo, por ejemplo, cuando un adulto mayor considera que aún tiene mucho que entregar, y que su familia necesita de su presencia y sabiduría. Así, lo más importante es saber cómo y por qué cuidarse, para mantenerse en estos años con una vigencia y lucidez que desafíen las desalentadoras expectativas de la senectud.

La falta de actividad física a toda edad es semejante a las aguas estancadas que forman pantanos. Nuestro sistema inmunológico necesita que el líquido que circula por los vasos linfáticos sea impulsado por el movimiento de las extremidades y de la compresión muscular. Algunos componentes del líquido linfático son gérmenes, células cancerosas, restos celulares, desechos metabólicos, etc. Por lo tanto, el estancamiento de este líquido debido a la inmovilidad, puede implicar la formación de edemas, además de acumulación de toxinas y dolor.

Es importante destacar que la persona que ha consumido medicamentos por largo tiempo, ha sometido a trabajo extra a sus órganos de limpieza como el hígado y el riñón. Afortunadamente, la piel, a través del sudor, funciona como un filtro al igual que los mencionados órganos. Por esto, quien suda gracias al ejercicio físico, colabora con su propio proceso de limpieza interna, expulsando toxinas almacenadas en los tejidos. Además, la circulación sanguínea potenciada con el ejercicio contribuye a la oxigenación de los tejidos, favorece el intercambio de nutrientes y la salida de los desechos de las células.

Ya desde la tercera década de vida comenzamos a perder tejido cerebral con una disminución concomitante del rendimiento cognitivo. Así, áreas cerebrales relacionadas con la percepción corporal y espacial, el control motor, el autocontrol y la memoria se ven disminuidas con la edad. No obstante, ciertos estudios de resonancia magnética mostraron que el área prefrontal (involucrada en el control emocional, la toma de decisiones, la planificación e inhibición de conductas inadecuadas), y el volumen de materia gris temporal (aprendizaje y recuerdos), incrementaron en sujetos mayores activos en comparación con los controles sedentarios.

La actividad física y la neuroprotección

Las personas en el rango de 65-85 años de edad están en la “zona de peligro” para enfermedades como Alzheimer, Parkinson y accidentes cerebrovasculares. Hay evidencia que indica cómo el ejercicio aeróbico, los cuidados de la alimentación y los desafíos intelectuales pueden estimular las neuronas para que mejoren su función, aumentando la resistencia al estrés y previniendo el envejecimiento prematuro. Estos desafíos pueden estimular la producción de factores neuroprotectores, los cuales mejoran el metabolismo de energía neuronal, y potencian la capacidad de las células cerebrales para reparar el ADN dañado y eliminar las proteínas y las mitocondrias dañadas.

Más fuerza y menos estrés

A medida de que envejecemos ocurren cambios que modifican la composición corporal. Hay un aumento de grasa y una disminución del metabolismo por la reducción de la masa muscular. O sea, que al contar con escasa masa activa (músculo) la persona cuenta con menos motor de quema calórica y, por ende, la tendencia a engordar es mayor. En 1999 el Journal of Applied Physiology publicó un estudio de entrenamiento de fuerza de 10 semanas que convocó a dos grupos de hombres (30 y 62 años de edad). Con el entrenamiento, el grupo de mayor edad demostró un aumento significativo de la hormona testosterona total en respuesta al ejercicio de fuerza, junto con una disminución significativa del cortisol en reposo. En síntesis, conservaron su masa muscular, su fuerza y redujeron sus niveles de estrés en reposo.

Efecto positivo sobre la diabetes

En un estudio sobre el envejecimiento llevado a cabo por la Universidad de Tufts, se trabajó con un total de 62 hombres y mujeres latinos residentes en la comunidad mayores de 55 años, todos con diabetes tipo 2 de al menos 3 años de duración. Al azar se asignaron a los participantes a 16 semanas de tratamiento convencional (grupo control) o a atención estándar más entrenamiento de resistencia progresiva (con máquinas de pesas). Este último grupo fue sometido a sesiones de entrenamientos con pesas de 45 minutos, tres veces por semana. Los resultados del estudio evidencian cuán eficaz fue el entrenamiento como parte del tratamiento de la diabetes en estos adultos mayores. El entrenamiento de resistencia progresiva mejoró significativamente el control glicémico (del azúcar en sangre), aumentó la masa muscular (libre de grasa), redujo la necesidad de medicamentos para la diabetes, disminuyó la adiposidad abdominal y la presión arterial sistólica, y aumentó la fuerza muscular y la actividad física espontánea.

El ejercicio y el equilibrio de las emociones

Es sumamente notable cómo la regularidad del ejercicio físico nos hace más adaptables también a las crisis emocionales. Es probable que muchos adultos mayores vivan con grandes cargas de estrés por realidades familiares que los agobian, y a raíz de esa lucha mental liberan exceso de azúcar, colesterol y triglicéridos a su torrente sanguíneo. Así, con estos elementos elevados en su sangre, reciben varios tipos de medicamentos, incluyendo antidepresivos para mejorar su estado anímico. Sin embargo, lo que nadie les enseña es que esas sustancias elevadas en su sangre, e incluso las que están bajas como la serotonina por una posible depresión, pueden ser equilibradas con algo tan realizable y de bajo costo como lo es la práctica perseverante de ejercicio físico.

Un antiinflamatorio natural

El ejercicio regular intensivo tiene un efecto antiinflamatorio en nuestro organismo, ya que reduce la proteína C reactiva que es un factor que provoca inflamación. Esto es de particular interés con respecto a varios informes recientes que muestran cómo la concentración de dicha proteína en el plasma sanguíneo, otorga un valor predictivo en el riesgo de infarto de miocardio, trombosis venosa o derrame cerebral.

Resulta imprescindible potenciar el movimiento, muy útil a la hora de lidiar con los dolores, pues este aumenta las beta endorfinas, nuestros analgésicos naturales que además nos otorgan una sensación de optimismo y bienestar. La serotonina, poseedora de cualidades sedantes, antidepresivas y ansiolíticas, también se ve aumentada gracias a la práctica regular de ejercicio físico.

Los adultos mayores son el único vestigio vivo que nos queda de un ayer que nos sobrepasa en capacidad de esfuerzo y sacrificio, convirtiéndose en un aliciente en estos tiempos mucho más cómodos que los que ellos tuvieron que enfrentar. Por eso, mis más sinceras felicitaciones a los héroes del ayer entre nosotros.

(Artículo publicado originalmente en la edición 153 de El Guardián de la Salud en su versión impresa)

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