Por la abuela Chepita Fuentes / Hortelana
Un huerto debe trabajarse todo el año si deseamos que sea exitoso. Por lo tanto, cada temporada tiene su afán.
El regado es importante durante las cuatro estaciones; pero en verano se transforma en primera necesidad porque un solo olvido puede ser fatal.
Al medio día el agua se evapora y el exceso de calor debilita las plantas si están demasiado expuestas; por esto un sabio horario para regar es más que importante. Se puede hacer muy temprano por las mañanas pero es mejor al atardecer, porque así la planta se repone mejor y puede soportar las horas de calor abrasador.
Con la capa de ozono tan delgada, el sol nos está llegando muy agresivo, pero para defender nuestras plantaciones tenemos lo que se llama mulch o, en buen chileno, acolchado.
Fuera de las ciudades he visto como hacen este colchón con fardos de paja del trigo o del arroz, pero también se puede formar con todo tipo de deshecho de plantas, podas, hojas, etc. La idea es colocar capas de 5, 10, 15 cm de espesor, según las especies a tapar y el lugar. Incluso en invierno vi en las laderas cordilleranas capas de hasta 20 cm para proteger las plantas de las heladas y sorpresivas nevadas, y estaban robustas y esplendorosas.
Durante los veranos he ido poniendo en cajas de cartón o sacos, capas de pastos secos, seguido por una capa de hojas, luego otra capa de pastos secos y así, hasta formar un colchón que he humedecido ligeramente para que se compacte. Así, para cuando planté en otoño ya estaba formado y fui tapando mis plántulas que se fueron manteniendo sin problemas.
Antes recogía las hojas y las amontonaba en el compost; hoy las dejo donde caen para que formen un colchón alrededor del árbol, y solo retiro los excesos. Por ejemplo, si salen hierbas espontáneas alrededor de mis rabanitos, las retiro con cuidado y las acomodo alrededor de ellos mismos. Estas engrosarán el colchón, lo refrescarán y devolverán a ese pedazo de tierra los nutrientes que le sacaron. Así, año tras año, este sustrato va quedando cada vez más esponjoso y fértil, cobijando millones de microorganismos e insectos que son los verdaderos agricultores y que conocen, mejor que nosotros, las necesidades de aire, humedad y nutrientes de esas plantas.
Cuando el sol abraza el colchón, este actúa como un quitasol protector, y si llega el frío, como un tibio poncho. De esta forma, nos alivia el trabajo y el gasto de usar mucha agua al evitar la evaporación del necesario líquido.
Cuando tenemos un pedazo de tierra que lo vamos a sembrar por primera vez, corresponde picarlo como mínimo 30 cm, y hacerle la preparación que otras veces he explicado. Pero cuando luego lo plantamos y agregamos el mulch o colchón, no es recomendable escarbarlo más. Después de la cosecha, sobre el mulch colocamos el abono y la siguiente capa del colchón; luego separamos un poco la materia esponjosa y hacemos un orificio para la nueva planta, y la volvemos a tapar cubriéndola bien.
Tampoco hay que olvidar que durante el verano tenemos que planificar el huerto para el otoño. Por eso es bueno que llevemos un registro en un cuaderno, para saber qué debemos plantar después de la cosecha y realizar una buena rotación de cultivos. De esta forma podemos evitar que las enfermedades o plagas visiten la nueva plantación. ¿Cómo? Supongamos que después de la cosecha quedaron huevos de algún depredador que atacó una hortaliza del sembrado anterior, o una larva que no alcanzó a desarrollarse como plaga y está alerta para atacar y seguir creciendo en la nueva plantación; bueno, al plantar especies bien diferentes a la anterior, ellos se confunden y sin la hortaliza que los alimenta no pueden seguir creciendo ni se pueden multiplicar, y así la plaga desaparece.
Los semilleros deben estar a la sombra y siempre húmedos. Yo uso paraguas viejos para tapar los míos. También se puede instalar “malla de sombreo”, que no son tan caras y su estructura de miles de orificios mantiene aireado el espacio, evitando el exceso de calor y la deshidratación de la tierra, además de ahuyentar a los mosquitos. A mí me dan buen resultado los mini-invernaderos con botellas de bebidas, con las que protejo especialmente las recién plantadas hasta que se afirman.
Imitaré a mi romero o a mis rosales que florecen para mí incondicionalmente, y si por descuido los paso a llevar cuando camino cerca de ellos, lejos de enojarse me envuelven en delicados aromas que tranquilizan mi espíritu y me llenan de agradecimiento a Dios.
No tengo palabras para describir un atardecer en mi huerta cuando, mientras la riego, se transforma en un regio y natural auditorio donde escucho el concierto armonioso de músicos alados que relajada me inducen al tranquilo sueño. Soy tan feliz en lo poco que no deseo nada más. Perdón, sí deseo algo… lograr transmitir a nuestros lectores parte de la gran satisfacción que siento con la vida por lo que me ha dado y por lo que me da. Y dejo el futuro a Dios quien, a pesar de que muchas veces no nos da todo lo que deseamos, siempre nos entrega lo que necesitamos; aunque a veces no logramos apreciarlo.
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