Por Equipo el Guardián
Los dulces y crujientes cereales para el desayuno, tan apetecidos por los niños, son considerados por muchos como un alimento saludable, ya que además de ser ricos, supuestamente nos aportan nutrientes importantes para nuestra salud.
Lamentablemente la realidad es otra.
Todos los cereales secos, envasados, son producidos con un proceso llamado “extrusión”. Los granos se mezclan con agua para formar una pasta que es luego puesta en la máquina extrusora. Por medio de altas temperaturas y presión se pasa esta pasta por agujeros diminutos para darle forma y obtener así las hojuelas redondas o con otras populares formas, que luego son rociadas con aceite y azúcar para mantenerlas crujientes.
La mayoría de los cereales indican ser buena fuente de vitaminas, sin embargo, la extrusión destruye gran parte de los nutrientes, incluyendo muchas de estas vitaminas sintéticas (hechas por el hombre), adicionadas para “fortificar” el cereal. Por otro lado, nuestro cuerpo trata a muchas de estas vitaminas químicas como toxinas, que algunas veces son responsables de desequilibrios en el organismo que pueden conducir a problemas de salud a largo plazo.
La extrusión, además, causa estragos en los aminoácidos –los bloques constructores de la proteína– dejándolos altamente tóxicos. Como las estructuras de proteína son alteradas, se forman como resultado nuevos compuestos, que son extraños, potencialmente dañinos y definitivamente no parte de un desayuno balanceado.
Además de los colorantes, saborizantes y preservantes no naturales adicionados, la cantidad de azúcar en los cereales es otro problema. De acuerdo a Forbes.com, en promedio los cereales para niños contienen 40% más azúcar que aquellos para adultos. Y muchos contienen un tercio del total de azúcar que un niño debería consumir en todo el día. Esto pensando en la porción indicada en el envase, algo que en la realidad poco se respeta, duplicando o hasta triplicando la porción.
Y como el público hoy en día está más consciente de lo dañino que es el azúcar, la estrategia de la industria es sacar al mercado cereales para niños con menos azúcar adicionada, o endulzados con stevia como una opción saludable. No obstante, seguimos hablando de un producto que es casi 100% carbohidrato refinado, que tiende a inducir un pico mucho más alto de azúcar en sangre que otros hidratos de carbono. Esto, como resultado, hace que el páncreas segregue una mayor cantidad de insulina, y si ocurre de manera reiterada, puede conducir –a la larga– a una resistencia a la insulina.
Incluso los cereales altos en fibra, hechos de granos integrales orgánicos, y llenos de otros ingredientes nutritivos, muchas veces tienen más azúcar que un cereal común, lo que enseguida los deja fuera como una opción saludable.
Según la organización estadounidense Environmental Working Group, si va a consumir cereal envasado, la recomendación es elegir aquellas marcas que no contengan más de 4 gramos de azúcar por porción. Nuevamente, leer y saber interpretar las etiquetas se vuelve fundamental para nuestra salud. Referencia: www.ewg.org/about-us
¿Cuál es la mejor opción de cereal para nuestro desayuno y el de nuestros hijos?
Pues, nada menos que la tradicional y económica AVENA (laminada, machacada o integral). La única condición es que no sea instantánea y que en su preparación, como una opción a cocinarla, la dejemos remojando durante la noche en agua, suero de leche o yogurt de pajaritos, para luego prepararla y consumirla al día siguiente, aprovechando así todos sus nutrientes. De acuerdo a las sugerencias de la fundación Weston Price, lo ideal es remojar la avena en buttermilk (suero de mantequilla) durante la noche y luego cocinarla brevemente, así mejora mucho la digestibilidad del grano y se eliminan los anti nutrientes inherentes que tiene.
La avena es uno de los cereales más completos, llena de aminoácidos esenciales, ácidos grasos esenciales y fibra. Contiene vitaminas E, B1, B2 y minerales como calcio, hierro, zinc, fósforo y magnesio.
Es un alimento bajo en grasa y los carbohidratos complejos que aporta son de absorción lenta, entregando energía de manera sostenida por más tiempo y aumentando la sensación de saciedad.
En cuanto a la insulina, su contenido de fibra soluble y grasas insaturadas también hace que se absorba lentamente en el organismo, disminuyendo la cantidad de insulina secretada por el páncreas, lo que la convierte en una excelente opción para los diabéticos.
Mézclela con yogurt natural o kéfir (yogurt de pajaritos), un puñado de frutos secos como nueces, almendras y/o pasas, y alguna fruta como manzana, pera o plátano, o incluso un poco de miel o azúcar integral, y tendrá una excelente opción para el desayuno, verdaderamente nutritiva y saludable.
Nota: en caso de diabetes excluir las pasas, las frutas con mucho azúcar como el plátano y la miel o el azúcar integral.
Fuente:
(Publicado originalmente en El Guardián de la Salud, edición 123, en su edición impresa)
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