Por Carolina Pérez A.
En nuestra sociedad moderna, cada vez son más los niños diagnosticados y etiquetados con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), convirtiéndolos en blancos idóneos para recibir medicamentos psiquiátricos. Se trata de personalidades únicas que están siendo adulteradas y moldeadas por drogas farmacéuticas para adaptar el comportamiento infantil dentro de las normas que impone la sociedad.
Hay casos en que los pequeños realmente son inquietos, impulsivos y tienen problemas para concentrarse y prestar atención; algo que perjudica su desempeño escolar y social. Esto, según algunos estudios, puede ser producto de ciertos desequilibrios hormonales o de factores ambientales que pueden influir en la química cerebral y, por ende, en el comportamiento del niño, dando como resultado un diagnóstico de TDAH. Entre los factores ambientales se ha visto cierto vínculo con el consumo de tabaco y de bebidas alcohólicas durante el embarazo; los nacimientos prematuros; el contacto de los niños con toxinas como plomo; la ingestión de ciertos colorantes y preservantes, o una lesión en el lóbulo frontal del cerebro del menor.
No obstante, el problema con el diagnóstico de este trastorno está cuando comienza a haber una tendencia cada vez mayor a etiquetar a niños con TDAH, siendo que tienen patrones conductuales que están dentro de la normalidad, con la inquietud y curiosidad características de su edad. Lo que hace unas décadas era considerado un comportamiento normal, hoy se diagnostica como un trastorno mental, llenando a los pequeños con medicamentos psicoestimulantes como el metilfenidato, más conocido como Aradix, Concerta o Ritalin, con reconocidos efectos secundarios: pensamientos suicidas, ansiedad, psicosis, problemas cardiovasculares, y tendencia a la adicción, entre otros.
Y es que tal vez, el ritmo de vida que tenemos hoy nos convierte en personas menos tolerantes y pacientes, y para aquellos profesores que tienen que lidiar con 45 niños en una sala de clases, basta que algunos sean un poco revoltosos y alteren la estructura, como para que sean derivados al psiquiatra.
Y mientras más niños toman Ritalin, las compañías farmacéuticas aumentan sus ventas y siguen expandiendo su influencia controladora.
En Estados Unidos, 11% de los niños en edad escolar han recibido un diagnóstico médico de TDAH, de acuerdo a la más reciente información de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de ese país.
En nuestro país el porcentaje no está definido; algunas fuentes hablan de un 5% de niños diagnosticados con TDAH, mientras que otras sitúan el porcentaje entre un 10% y 12%, siendo 6 veces más frecuente en varones que en mujeres. El consumo de metilfenidato, por su parte, aumentó en un 70% en cinco años, desde el 2008 al 2013, lo que muestra un claro aumento en los diagnósticos y su respectiva medicación.(1)
Los medicamentos psiquiátricos echan por la borda la disciplina
La razón es que estos medicamentos no enseñan a los niños a lidiar con los desafíos de la vida, sino que reemplazan la disciplina, el amor y la perseverancia con alteraciones químicas cuyos efectos, además del plano físico ya mencionado, también repercuten a nivel emocional y espiritual.
Si se le da el crédito a una droga psiquiátrica por ayudar a cambiar el comportamiento de un niño, entonces intrínsecamente se le enseña al niño a ser mental y espiritualmente dependiente de una sustancia para enfrentar la realidad de la vida.
Es por esto que, antes de recurrir a los medicamentos como única salida al ‘problema’ de comportamiento de nuestros niños, es bueno que, como padres, exploremos otras alternativas que no representen un riesgo para la salud de los pequeños y que no cambien su personalidad.
Suplementos nutricionales al rescate
Existen suplementos que pueden ayudar con los síntomas de inquietud y falta de concentración en los niños, pero es importante que contemos siempre con la asesoría de un profesional de la salud, puesto que cada niño es un ser único e individual, con necesidades diferentes. De todas maneras, la siguiente información sirve como una guía general:
Vitamina C
La vitamina C mejora la función cognitiva y la concentración. Esta vitamina es crucial para la función cerebral, de hecho, los primeros síntomas de deficiencia es la confusión y la depresión. La suplementación con aproximadamente 1 gr diario de vitamina C, una o dos veces al día, mejora la conducta y atención de los niños.
Alimentos ricos en vitamina C: pimiento rojo y verde, vegetales de hoja verde como espinaca, cítricos, brócoli y tomates, entre otros.
Zinc
Varios estudios han demostrado una reducción de la hiperactividad e impulsividad con una suplementación de zinc. Esto, porque los niños diagnosticados con TDAH podrían tener niveles más bajos de este mineral.
Como dosis, entre 20 y 40mg diarios de un suplemento de zinc es la recomendación estándar.
Alimentos ricos en zinc: ostras y otros mariscos, carnes de vacuno y de ave, productos lácteos, legumbres, frutos secos, granos integrales y cereales fortificados, entre otros.
Magnesio
El magnesio ha sido llamado el mineral “anti-estrés”, por sus efectos calmantes, y se ha visto una mejoría significativa en niños con síntomas de hiperactividad después de tomar suplementos de magnesio.
El magnesio es esencial para la producción de energía, la reproducción e integridad celular, la desintoxicación, las funciones musculares y neurológicas, y la mantención del equilibrio del pH del cuerpo.
Alimentos ricos en magnesio: semillas de sésamo, de sandía, de zapallo y girasol; salvado, cacao en polvo, nueces y almendras, entre otros.
Además de la suplementación oral y de los alimentos, una gran forma de adicionar más magnesio a la vida de su hijo es agregar una taza de Sales de Epsom a la tina, y bañarlo por la noche como una suave forma de comenzar a tranquilizarlo para dormir.
Vitaminas B, aceite de pescado y probióticos
Adicionar vitaminas del complejo B, Omega 3 (aceite de pescado) y probióticos a la dieta del niño, ayuda positivamente a su comportamiento. Cincuenta mg de vitaminas del complejo B y 100 a 200mg de aceite de pescado ayudan a nutrir y estabilizar el sistema nervioso central y benefician la estabilidad del ánimo, la concentración mental y la función cerebral. Los probióticos por su parte ayudan a tener un equilibrio saludable de la flora bacteriana, una digestión apropiada y una buena respuesta inmune.
Alimentos ricos en vitaminas B: levadura de cerveza, yema de huevo, hígado, productos lácteos, legumbres, arroz integral, vegetales de hoja verde, etc.
Alimentos ricos en Omega 3: aceite de pescado, salmón, albacora, sardinas.
Alimentos con probióticos: Kéfir o yogurt de pajaritos, chucrut, chocolate negro, microalgas como spirulina y chorella, entre otros.
Alimentación sana y natural
Lo mejor para el niño es una dieta saludable muy baja en azúcar y alta en vitaminas y minerales, y lo más cercana posible a los alimentos crudos y orgánicos. Esto significa obviamente evitar las bebidas gaseosas, los jugos artificiales, los alimentos procesados y aquellos alimentos con preservantes o colorantes, como golosinas y snacks, y apegarse al consumo de carne de vacas alimentadas con pasto, junto con frutas y vegetales orgánicos y aceites orgánicos como el aceite de coco.
Una rutina constante en un ambiente relajante
Los masajes, la estructura y los ejercicios de relajación son todas técnicas útiles y naturales a las que se puede acudir cuando se trata de proveer un ambiente calmo y relajante. Su hijo necesita regularidad y estructura para contrarrestar su tendencia natural hacia la inquietud: un horario regular para hacer su tarea, para hacer ejercicio, para comer, acostarse y despertarse para comenzar cada día lo ayudarán a ordenarse y disciplinarse.
Sumar a la rutina de acostarse del niño un masaje corporal o de pies, es otra forma grandiosa de ayudarlo a calmarse. El contacto humano tiene poderosos beneficios físicos y emocionales. Incluya aceites esenciales relajantes como el de lavanda, manzanilla o melisa, para potenciar los efectos.
La importancia del ejercicio
Expertos de la Universidad del Estado de Michigan, EE.UU., han demostrado por primera vez que los niños con TDAH pueden concentrarse mejor y distraerse menos después de una breve sesión de ejercicio.
Según Mattew Pontifex, profesor de kinesiología y líder del estudio publicado en el Journal of Pediatrics, “Esto aporta evidencia temprana de que el ejercicio puede ser una herramienta en el tratamiento no farmacéutico del TDAH. Tal vez el primer curso de acción que deberíamos recomendar a los psicólogos es el de aumentar la actividad física del niño”.
Tan sólo 20 minutos de ejercicio vigoroso al día parecen ser suficientes para drenar el exceso de energía del pequeño. Intente involucrarlo en actividades que él disfrute tales como jugar a la pelota, andar en bicicleta, en patines, etc. Lo importante es que sea una actividad que realice a diario de manera continua por el periodo de tiempo fijado.
Nuestro rol como padres
Finalmente, un entorno cariñoso, de apoyo, comprensión y respeto, pero a la vez de enseñanza y disciplina, y una actitud tranquila y paciente de parte de los padres o las personas encargadas de cuidar al menor, harán que éste se sienta seguro y tranquilo, y menos frustrado frente a su propio comportamiento. Estos niños son excepcionales y tienen un gran potencial; depende de nosotros desarrollarlo y guiarlo.
Fuente: www.caras.cl/sociedad/el-deficit-al-pizarron
Referencias:
blog.naturalhealthyconcepts.com/2012/07/02/treat_add_and_adhd_naturally
www.naturalnews.com/044978_psychiatric_drugs_children_overmedication.html
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