Si bien a los 12 años comenzaron los primeros episodios de dolor, no fue sino hasta los 32 que se intensificaron a tal punto que la medicina alópata ya nada podía hacer al respecto. Fue entonces cuando Claudette Duchesne decidió hacer un último intento por recuperar su salud, habiendo dispuesto antes de su familia en caso de fallecer. Se internó en la Villa de Vida Natural para someterse a un tratamiento radical basado en los principios del naturista chileno Manuel Lezaeta Acharán, que –según su testimonio– logró curarla de esta grave enfermedad. Experiencia que relató en su libro “Cómo sané de mi artritis reumatoide”. Hoy, a los 81 años, mantiene un estilo de vida sano, donde el apego a un estricto régimen alimentario, la práctica del yoga, su dedicación a la reflexoterapia y las escapadas en
bicicleta caracterizan su día a día.
Por Antonio Muñoz B. Periodista PUC
¿Cómo recuerda el inicio de su artritis reumatoide?
“A los 12 años empecé con dolores. Mi papá estaba medio enfermo y, de repente, tuvo un problema, seguramente a la columna, y se paseaba en la noche con dolor. Una vez le fueron a sacar sangre y no sé si le pusieron mal la aguja o qué,
pero gritaba mucho. Entonces yo, en mi desesperación, me hinqué en mi cama y dije: ‘Dios mío, que los dolores de mi
papá se vengan a mí, pero que mi papá no sufra más’. Y ahí empecé con los dolores, cada día más y más. La gente a veces dice respecto de los hijos: ‘Prefiero tener los dolores yo, pero no mis hijos’. Entonces, siempre es bueno decir esto: cada uno tiene su dolorcito y cada uno tiene que tratárselo. La parte psicológica en la artritis es muy importante.
Como te decía, a los 12 años empecé con dolores y recién a los 32 conocí el sistema naturista. Yo estuve postrada. De repente estaba un poco mejor. Pero, en realidad, siempre estaba con dolores,aunque iba al médico y tomaba remedios.
De hecho, antes de mejorarme, estaba tomando siete. Me encontraba muy mal y los médicos me decían que no había
cura para esto. Y yo decía: ´Prefiero morirme’. En esa época, tenía una amiga y le dije:»Mira, yo me voy a morir, así que tú cásate con mi marido, que es buena persona, y me cuidas a mis tres niñitas’. Porque yo tenía 3 niñitas chicas que había que cuidarlas todavía. Entonces, ella me dijo que bueno. Pero ahí conocí el sistema y le dije: ‘¿Sabes qué?, creo que no me voy a morir, así es que olvídate de mi marido’, jajaja”.
¿Tenía antecedentes previos del método naturista de Manuel Lazaeta Acharán?
“Conocí el método en la Villa de Vida Natural, que es una clínica naturista. Y ahí yo le dije a don Rafael, su hijo: ‘¿Usted cree que con su sistema naturista –porque yo sabía que él tenía un sistema “medio raro”–, puedo dejar los remedios y mejorarme?’ Porque ya no los soportaba más. Entonces, don Rafael me miró un buen rato, de arriba abajo, y me dijo: ‘Sí, yo creo que sí, porque estás joven todavía’. Tenía 32 años en ese momento. Se me ocurrió internarme ahí porque, como estaba tan mal, me recomendaron ese lugar donde uno se podía recuperar. Entonces, fui para allá, conocí este sistema y me interné. Originalmente, iba por 10 días. Pero, al final, me quedé un mes. Después, una tía amorosa me invitó a su casa a continuar
allá el tratamiento. Hice otro mes, estricto, estricto, todo crudo y con frotaciones de agua fría y hartas cosas más. Y después continué en mi casa por otro mes. O sea, fueron 3 meses que estuve comiendo frutas y verduras crudas”.
¿Qué le pareció este cambio tan radical de régimen alimentario?
“Lo encontré fantástico, porque yo me dije que si con el otro sistema no me había mejorado, entonces que con este sí me iba a mejorar, porque era más drástico y me iba a limpiar. Yo iba al baño cada dos o tres días, entonces con este sistema uno ya empieza a obrar dos veces al día, y eso es muy importante. Ahora los médicos, cuando tú vas con ellos, no te preguntan si vas al baño o no, porque no le dan mucha importancia. Sin embargo, es muy importante. A la persona que atiendo, le pregunto primero ‘¿Vas al baño bien?’ Y, generalmente, la respuesta es no. Van cada dos, tres o cuatro días. Me tocó una persona que no iba ¡después de 15 días! Y en la Villa de Vida Natural, donde también atendí mucha gente después, conocí a
una persona que no iba al baño hacía 30 días. ¡Imagínate! Con razón están enfermos. Por eso es muy relevante preguntarle
a las personas si van al baño, con qué frecuencia, cómo es su vida, qué hacen, qué comen”.
Según su testimonio, tuvo episodios de dolor muy críticos durante su estancia en la clínica naturista. ¿Consideró dejar este tratamiento y volver a los medicamentos?
“No, porque creí en el método y me habían dicho que venían crisis curativas. Y esa crisis en particular era algo natural.
Entonces yo dije: ‘Será, no más. Habrá que aguantar’. Pero un día en que estaba con demasiado dolor en la cadera, les pedí un analgésico fuerte, morfina. Entonces, me dijeron: ‘No, señora, le vamos a poner compresas de pasto miel’. El pasto miel es una hierba que se hierve unos diez minutos, después se estruja bien con guantes de goma y se pone donde a uno le duele, abrigando la zona afectada con una lanita. La tercera vez que me pusieron esa compresa, me quedé dormida, se me pasó el dolor. Estaba feliz porque no tuve que tomar calmantes. Por lo que cada vez que tenía mucho dolor, me ponía el pasto miel”.
Luego de su recuperación, entiendo se acercó a otras terapias. Cuéntenos de esa experiencia.
“Sobre todo la reflexoterapia, que conocí dos años después de mejorarme. Había escuchado algo de unos masajes a los pies, pero me acuerdo que cuando supe que eran masajes me dije: ‘Mmmm (frunce el ceño), voy a ser una podóloga…’ Y, en ese momento, me acordé que Jesús lavó los pies a sus discípulos. Y lo empecé a hacer, y a aprender, y a estudiar. Estudié durante cinco años e hice práctica también. Y me fascina la reflexoterapia. Para mí, hacer un masaje es un gusto. Cuando partí, no cobraba porque todavía no tenía la práctica. Empecé a hacerlo después de 10 años. Me gustó también la apiterapia, pero más la reflexoterapia, porque encuentro que en los pies, al igual que en las manos y en las orejas, están reflejados todos
los puntos sensibles de nuestro cuerpo. Pero en los pies… no sé. ¡Me encantan los pies! Yo me hice especialista de los pies. Entonces, cuando atiendo a una persona, primero le hago un masaje a los pies y le doy un buen diagnóstico. Después le entrego una dieta, que es naturista y con la cual yo me mejoré, basada en el libro de Manuel Lezaeta Acharán. Esto mismo se encuentra en mi libro, que lo escribí para que fuera más fácil, porque el de Lazaeta es así de gordo y no habla de los pies”.
Sabemos que se relacionó con otras disciplinas como ejercicios tibetanos, Shiatzu, radiestesia, tai Chi, flores de Bach.
“Claro, porque encontré que eran terapias naturales. Mira, en la Villa de Vida Natural empecé a conocerlas, me interesó y entonces estudié, aprendí. Las incorporé y mantengo hasta el día de hoy. También por la expresión de la cara puedo saber cómo están las personas. Porque llegan así (hace mueca), con unos dolores espantosos y se van felices y agradecidos. Y les digo: ‘Te vas a mejorar, mijita’. ‘Es que el médico me dijo que no tenía remedio’. ‘Nooo, a mí me dijeron lo mismo, y mira cómo estoy’. Entonces, a las personas les gusta venir para cerciorarse, porque a veces leen el libro pero dicen: ‘No puede ser esto, porque si el médico (enfatizando la palabra) dijo que no tenía mejoría, cómo esta señora ahí dice eso’. Entonces yo trato de explicarles que no solamente a mí, sino que a miles de personas, les ha resultado este sistema. Y las mando a la Villa de Vida Natural a tomar baños a vapor para que conozcan que hay un lugar donde pueden tener tratamiento para sus cosas. Por eso, yo a mis hijas, de chicas, les enseñé también este sistema. Y, gracias a Dios, ninguna de ellas desarrolló esta enfermedad”.
También sabemos que es fanática de la bicicleta.
“Cuando yo tenía como 3 o 4 años, mi papá me regaló una bicicleta y él me tiraba de su bicicleta y yo detrascito en la mía, así es que toda la vida he andado en bicicleta. Después me iba al colegio en ella. Y ahora salgo casi todos los días en bicicleta. Me encanta. Antes me iba a la clínica naturista que queda en Tomás Moro siempre en bicicleta. Pero mis niñitas y mi
marido me prohibieron, porque una de ellas me dijo: ‘Mamá, es peligroso. Imagínate si te pasa algo. Ahora no es como antes, que había menos autos’. Entonces, no quise ser pesada, y ya, bueno, no voy a ir en bicicleta. Ahora mi marido me lleva una vez a la semana en auto para allá, aunque me carga. Pero ando en bicicleta aquí en Pocuro, por la vereda, por donde pasan los peatones, porque la ciclovía encuentro que está muy cerca de los autos y me molesta. Entonces, de repente me retan, y me dicen: ‘Oye, por allá tienes que circular’. Y yo les digo: ‘Ya’ Y asiento con la cabeza, pero pienso para mí: ‘Ya dejen a esta vieja hacer lo que quiera’. Ahora, cuando hay mucho peatón, me voy por la ciclovía, claro, porque no me gusta molestar tampoco. Pero, cuando no hay nadie, ando por la vereda”.
¿Hace otro tipo de ejercicios? “Hago yoga todos los días. Hago un poco de respiración acá afuera, y después me voy para adentro y continúo allí. Me mantengo activa físicamente y siento que tengo que hacerlo. Toda la vida he seguido con el yoga y me he movido. Subo y bajo cerros, ando en bicicleta y me muevo, porque a mí siempre me ha gustado moverme. Y eso que el médico me decía: ‘No, no tienes que hacer ejercicios’. Y yo lloraba, me acuerdo, mirando a las chiquillas de mi curso, porque estaba en el colegio todavía, y todas hacían ejercicios y yo, la tontita, ahí mirando. Los médicos, realmente, me hicieron mucho daño”.
Cuál es el régimen alimentario que sigue a diario?
“Al desayuno como pura fruta no más. Si tengo hambre, más fruta. Pero al almuerzo como una ensalada grande y un segundo que puede ser una sopa de verduras, o arroz integral, o quínoa, o cuscús, o algo así. No como postre. En la noche como de nuevo fruta o ensaladas. Y eso es todo lo que como, todos los días. Y estoy feliz porque es barato y sencillo. Me encantan las frutas y las verduras. En cambio, la carne me da asco. Me da la impresión de comerme un cadáver. Y me digo: ‘¿Si no hubiera nada más que carne para comer?’ Bueno, me muero de hambre no más, porque tomaría pura agua, jajajaja.
De hecho, yo no como ni carnes rojas ni pescado ni pollo hace 50 años. ¡Imagínate! Y estoy superbién”.
A partir de sus conocimientos y experiencia, ¿qué hace falta para sanarse?
“Son dos cosas: yo encuentro que la alimentación es muy importante. Generalmente nos enfermamos porque comemos mal. Y porque no sabemos qué hay que comer, ya que nadie sabe. Por ejemplo, esta mañana atendí a una persona y le pregunté:
‘¿Qué come? ¿Está con remedios?” Y me dice: ‘Como de todo y estoy con remedios’. O sea, come carne. Y no, así no se va a mejorar nunca. Tiene que dejarla. Pero, también,es una mente positiva. ‘Me voy a mejorar’. Cuando te dicen: ‘No hay remedio para esto’, quedas muy triste. Entonces, la parte psicológica es muy importante. Y hay que saber que la artritis reumatoide tiene mejoría, pero hay que hacer un cambio”.
¿Y lo espiritual?
“Influye mucho, claro. Mira, cuando voy andando en bicicleta –y me deben creer medio loca–, canto: ‘Gracias a la vida, que me ha dado tanto, tanto, tanto’. Y le doy gracias a Dios, también, porque le digo: ‘Me mostraste el camino’. Y estoy segura de que esa parte me ayudó mucho también. Yo creo en Dios, soy cristiana, no voy a misa ni soy de ninguna secta ni nada por el
estilo, pero creo en Dios. Yo creo que Dios me ayudó mucho, y estoy muy agradecida”.
¿Qué recomendación daría a quienes padecen enfermedades, incluidas las crónicas?
“Les diría que hicieran este régimen y que, si quieren ver a un médico, vean al doctor Pedro Silva (Medicina Integrativa Physis: 56 2 22129721), porque a la gente le gusta eso de los médicos. Y yo encuentro que tienen razón, para que vean que no es una cosa de una señora medio loca que hace el sistema y que le fue bien. Este es un sistema que efectivamente funciona. Y Pedro Silva es un médico naturópata”.
¿Qué es la artritis reumatoide?
En la Guía Clínica Artritis Reumatoide 2013-2014 del Ministerio de Salud (MINSAL), se define a la artritis reumatoide (AR)
como una enfermedad inflamatoria sistémica, crónica, autoinmune, de etiología desconocida y que afecta principalmente
a la membrana sinovial. Se caracteriza por inflamación poliarticular y simétrica de pequeñas y grandes articulaciones, con
posible compromiso sistémico extra-articular en cualquier momento de su evolución.
Los pacientes experimentan dolor crónico y discapacidad. Sin tratamiento, la esperanza de vida se reduce. El dolor y la inflamación dan lugar a una rápida pérdida del tejido muscular en torno a la articulación afectada, lo que contribuye a la pérdida de la función articular. Desde las fases iniciales de la enfermedad, la artritis reumatoide afecta de manera significativa
a las actividades diarias de las personas que la padecen, no sólo en sus aspectos físicos –como son las actividades ocupacionales o de recreo–, sino también en los aspectos sociales, psicológicos y económicos. También se observa una reducción en la esperanza de vida en los pacientes con AR. La enfermedad afecta de manera predominante a las mujeres, reportándose una relación de 3 y hasta 8 veces más frecuente en las mujeres que en los hombres.
Artículo publicado originalmente en la Edición 162 de El Guardián de la Salud.