Rodrigo Díaz “Comencé a bailar para no quedarme sin amigos”

A sus 38 años, este bailarín, ingeniero comercial y empresario se declara satisfecho de los logros que ha alcanzado en su exitosa trayectoria profesional, consolidada ya en Chile con sus academias y que ha proyectado también en Sudamérica. Logros que espera cosechar en 2018 en Europa, gracias a su profesionalismo, carisma y simpatía, demostrados ampliamente en su carrera televisiva como competidor y jurado.

 

Por Antonio Muñoz, Periodista PUC

 

¿Cómo se gestó en ti esta afición por la música y el baile?

“Fue por casualidad porque, cuando era pequeño, tenía muchos amigos con los cuales jugaba el fin de semana hasta que se armó un grupo folclórico el día sábado, “Tierra Chilena”. Por lo tanto, me vi enfrentado a que no tenía amigos para jugar y no me quedó otra alternativa que entrar en ese grupo. Al principio, iba a pelusear, a conocer gente, hasta que poco a poco fui  viendo que tenía condiciones y me ofrecieron ya pasar al grupo profesional. Eso fue diferente, porque había formación  técnica, tenía que cumplir horarios, ser más riguroso. Y así comencé bailando, casi por casualidad, para no quedarme sin amigos”.

 

Durante tu evolución profesional hasta hoy, ¿tu familia siempre ha estado contigo?

“Cuando tenía 19 años, entré a estudiar Ingeniería Comercial. Dejé todo lo que estaba ligado entre comillas a la parte
artística. Me dediqué dos años completos a la universidad. Obviamente, sentí la falta de estar bailando. Incluso, subí de peso en esa época por la ansiedad. Y cuando llegó la época de “Rojo, fama contra fama”, mi mamá fue muy clara y me dijo: Recuerda que la televisión dura muy poco y tu carrera te va a durar para siempre. Así es que lo único que te pido es que termines la carrera. Y te apoyo en todo lo que tú quieras´. Terminé, pero no de inmediato. Cuando gané “Rojo”, congelé los estudios por los compromisos que tenía con el canal y por los eventos. Pero pasaron dos años y medio, aproximadamente, y volví a la universidad para terminar la carrera”.

 

En tu opinión como bailarín profesional, ¿cuáles son los beneficios asociados al baile y a la música?

“Es una terapia. Yo hago clases a personas con diferentes edades, para la Teletón, para los niños con síndrome de Down, y en todos veo el mismo denominador común: la música crea un trance, se te olvida que estás haciendo deporte, te coordinas. Es un ejercicio cardiovascular que conlleva un montón de beneficios: previene enfermedades como la hipertensión y la obesidad, mejora la autoestima, genera endorfinas, por lo tanto, las personas andan más contentas, más felices. Yo siempre
les digo a mis alumnas: ´Qué ganas de tomarles una foto cuando llegan a la clase y otra cuando se van´. Es casi como una cirugía plástica. Hoy, muchos psicólogos y muchos psiquiatras están recomendando a las personas tomar clases de baile justamente por lo mismo, por los beneficios que tiene en la parte motriz, en la coordinación y en el control de tu cuerpo”.

 

¿Por qué creaste las academias?

“Cuando gané “Rojo”, uno de los premios fue irme por dos meses a la academia de Maitén Montenegro, en Estados Unidos. Cuando vi todo lo que se hacía allá, me dije: ´Qué ganas de tener algo así en Chile´. Mi idea era generar un proyecto que abriera espacios, que rompiera los típicos tabúes que había en esa época, donde los hombres no podían bailar porque, si lo hacían, se les presuponía una condición sexual. Hoy, todo eso ha cambiado. Yo comencé con la academia de Providencia, un año después de ganar “Rojo”. Mi visión siempre fue abrir espacios para que más niños pudiesen tener lo que quizás yo no tuve, porque cuando yo quería bailar no había tantas escuelas como hoy, en que hasta hay universidades privadas que tienen la carrera de danza. Antiguamente no. Y, en ese sentido, me siento muy orgulloso porque fui pionero en abrir espacios para adultos también y para las personas comunes y corrientes que estaban en la casa y querían bailar, aunque no ecesariamente en un gimnasio”.

 

¿Qué distingue a tus academias de otras similares?

“Esta academia nace justamente con un fin integral. Siempre nos hemos preocupado de incluir a personas que quizás en
otros lados no tienen cabida, como por ejemplo personas en sillas de ruedas. Siempre he creído en las capacidades diferentes de las personas. Por eso, nosotros trabajamos en conjunto con el SENADIS (Servicio Nacional de la Discapacidad)
y con la Fundación Ronda, que son entidades que se preocupan de incluir a personas no tan solo con discapacidad física o motriz, sino también personas que estén en desventaja, o de etnias, de repente personas transgénero. Estamos abiertos a entregarles cariño, a educar a los demás alumnos para que los puedan aceptar. Hoy, estamos trabajando en un proyecto muy lindo que es hacer clases para niños sordos que tienen implantes. Estamos en la fase de planificación, estudiando y  reuniéndonos con apoderados que tuvieron alumnos con estas condiciones acá para ver de qué manera podemos comenzar a implementar ese taller”.

 

¿Y cómo ha sido la respuesta?

“Increíble. Hay niños que llevan 12 años conmigo, desde que la academia comenzó, y hemos visto su evolución. Nosotros les cambiamos los ramos todos los semestres para complementar la malla curricular. Por lo tanto, ellos aprenden a bailar Ballroom, Danza Árabe, Zumba, Jazz. Y así ellos van viendo también qué les gusta más”.

 

¿El baile solo como algo lúdico?

“El baile viene a ser también una especie de ejercicio aeróbico, por lo tanto, también se benefician mucho en la parte física, que es sumamente importante, aparte de los beneficios psicológicos. Muchos niños tienen problemas de sobrepeso. Hoy, Chile es un país en que más del 25% de los niños son obesos. Por lo tanto, creo que sacarlos de la casa, de la televisión, de Netflix, de Nintendo o de Play Station es una responsabilidad importante de los papás, porque hoy todo te lleva a que el niño no haga nada. Todo es más fácil. Todo es touch. Todo es digital. Y el hecho de traerlos a una clase de baile no solo tiene beneficios físicos y psicológicos, sino también ayuda a desarrollar la imaginación del niño, a sacarlo de su sedentarismo”.

 

¿Te mantienes en forma solo con el baile o vas al gimnasio también?

“Sí, voy al gimnasio. De hecho, tengo entrenador personal. Me preocupo de la alimentación, por eso tengo nutricionista.
Me estoy haciendo medicina ortomolecular, en que a través del suero te ingresan muchos nutrientes, porque realmente no tengo el tiempo para comer todas las cosas que necesita mi cuerpo para el tipo de actividad que hago”.

 

¿Sigues un régimen alimentario?

“Depende de los objetivos. Por ejemplo, estuve con una alimentación con hartos carbohidratos para subir mi masa muscular,
porque en verano a uno le gusta mostrar más y estar más compuestito, aunque prefiero estar delgado. En general, evito  cosas: soy una persona que no fuma, que no toma –dos factores importantes en la alimentación–, y duermo mucho, pese a que soy hiperactivo. La gente me pregunta: ´¿Cuándo descansas?´ Sí, descanso. Me obligo a dormir 8 horas diarias para hacer lo que quiera en el día”.

¿Usas complementos en tu alimentación?

“Sí. Complemento mi alimentación con suplementos para deportistas, porque no podría andar con 4 pechugas de pollo
al día o con claras de huevo o con la lechuga en el bolso, porque se me pudriría o estaría caliente. Entonces, como tengo días muy agitados, de repente complemento mi dieta con algunos suplementos. En general, trato de no tomar mucho los batidos de proteínas. Solamente uno en la mañana al desayuno, donde también incluyo granola, yogur light sin grasa, la mitad de un pan integral con palta o con jamón de pavo. Son bien entretenidos mis desayunos. En ningún aspecto sufro, simplemente elijo bien lo que tengo que comer. Y tomo aminoácidos, porque, como hago pesas, rompo mucho tejido muscular. Todo esto bajo la asesoría de una nutricionista, que me hizo exámenes para ver en qué estoy alto, en qué estoy bajo, y a raíz de esos exámenes seguir mi régimen alimentario”.

 

¿Cómo te organizas para llevar tu agenda?

“Soy supercuadrado, que es algo que me viene desde chico. Hacía mil 500 actividades en el colegio, desde taller de inglés, hasta atletismo, de todo. Me acuerdo que mi mamá se preocupaba porque no paraba, era hiperactivo. Pero una profesora muy sabia le dijo cuando yo tenía 7 u 8 años de edad: ´Deja que Rodrigo haga lo que más pueda, porque mientras más cosas haga cuando chico, mayor capacidad laboral va a tener cuando sea grande´. De hecho, alcanzaron a darme medicamentos para bajarme las revoluciones, el famoso Ritalin. Y cuando mi mamá me vio como atontado, dijo: ´Este no es Rodrigo. Yo no quiero esto para mi hijo´. ¿Y cómo combatió mi hiperactividad? Ejercicio y más ejercicio. Me sacaba a correr, a jugar. Y jugaba, jugaba, jugaba, hasta que a las 9 de la noche me quedaba muerto y dormía hasta el otro día. Y ahí volvía a empezar full de nuevo. Y así sigo hasta hoy. Además, como soy ingeniero, hay una parte cuadrada en mí, de planificación. Anoto todo: la hora en que pongo el despertador, la hora en que me tengo que ir de la casa para no llegar atrasado a la primera actividad del día, mis reuniones, cuánto me demoro en cada una, cuánto me demoro en trasladarme de un lugar a otro para no llegar
atrasado. Enfermo de cuadrado”.

 

¿Qué tanto ha influido la exposición mediática en tu trayectoria profesional?

“Creo que ha sido muy beneficiosa, porque siempre fue en torno a mi talento, a lo que el programa “Rojo” quiso mostrar: el baile. Nunca me he visto en conflictos faranduleros. Nunca he tratado de vender ni de hablar de mi vida privada, para que
siempre lo que se comente sea de mi trabajo, que es bastante. Por eso me saco la mugre todos los días, generando contenido, abriendo espacios para jóvenes, para artistas. Todo lo que soy hoy se lo agradezco mucho al programa “Rojo”.
Sé que marcó toda mi vida. Por eso le tengo un cariño especial, ya que hasta hoy sigue dándome beneficios, porque voy a
Costa Rica y todos conocen “Rojo”. Voy a Bolivia, todos conocen “Rojo”. Voy a Argentina, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay y Uruguay, lo mismo. Y mis clases con mil 500 personas no siempre se llenan porque conocen Zumba, sino que se llenan porque me veían en “Rojo”,  votaban por mí y quieren saber en qué estoy ahora. Entonces, ha sido una vitrina sumamente importante. Las academias nacieron en el programa, que me dio la vitrina para mostrar las inauguraciones y promocionar todos los musicales”.

 

Has internacionalizado tu carrera. Cuéntanos de ese logro.

“Soy educador de Zumba desde el año 2006, cuando esta disciplina era un boom solo en nuestro país. Fue entonces cuando el Departamento de Educación de Zumba, cuyas oficinas se encuentran en Miami (Estados Unidos), me empezó a enviar a Argentina, Perú, Colombia y me tocó levantar todos estos países. Hoy, Argentina tiene la clase más grande del mundo con 20 mil personas, y de cuyo crecimiento me siento partícipe. De hecho, hace poco estuve en Playa Unión, San Juan, Mendoza, Comodoro Rivadavia, Neuquén, Bahía Blanca, Santa Fe. A Colombia parto el 17 de febrero, a una expo fitness gigante como
representante de Strong by Zumba. En Punta del Este, estoy organizando para fines del verano una máster class, en el famoso Hotel Conrad. Mi carrera internacional es producto de un trabajo silencioso que vengo haciendo desde hace muchos años y que recién ahora está dando sus frutos. Es un trabajo agotador, porque significa estar todos los fines de semana lejos de tu familia, de tu vida personal, quizás de las cosas que a la gente de mi edad le gusta hacer, como salir los fines de semana a la playa o juntarse con los amigos. Hay muchas cosas que he dejado de lado para lograr estos objetivos. Hoy, trato de equilibrar lo profesional con la parte personal, sin descuidar la familia, los cumpleaños importantes como el de la mamá, el papá o el de los hermanos. Antes me daba lo mismo. Hoy soy más cuidadoso”.

 

¿Desde cuándo eres instructor certificado de Strong by Zumba?

“Después de Zumba, el Departamento de Educación de Zumba me dio otro desafío: Strong by Zumba, que no es una clase de baile, sino un entrenamiento funcional sincronizado con música. Por eso, tuve que ir a estudiar allá y tomar un curso en Brasil para capacitarme. Estoy mutando un poquito del baile al fitness, que ha sido mi nuevo desafío. Strong by Zumba es mi nuevo entrenamiento, que estoy dictando hace un año en todo Sudamérica y en Chile. Y cada vez que voy a Estados Unidos, tomo un curso para ir complementándome en el fitness, que no es lo mío, pero es algo en lo que estoy incursionando”.

 

¿Planes a futuro?

“Estoy armando por mi cuenta una gira por Europa, entre mayo y junio del próximo año, donde incluiré varias ciudades de España, Suecia y Polonia. En estas giras hago básicamente capacitaciones y mis máster class, que son eventos de Zumba”.

Rodrigo Díaz Rioseco (Santiago, 9 de julio de 1979) es bailarín e ingeniero comercial de la Universidad Central. A los 8 años integró un grupo folclórico infantil. A los 13, grabó algunos comerciales. Tres años después, formó parte de “Generación 96”, del programa Venga Conmigo, de Canal 13. También participó en “Extra jóvenes”, de Chilevisión. Antes de ganar la primera edición del programa de busca talentos “Rojo, fama contra fama”, de TVN, en febrero de 2003, bailó en estelares de la misma
señal televisiva, como “De pe a pa”. Posteriormente, continuó como artista estable de “Clan Rojo” y presentador de la sección “Entre bambalinas”, retirándose en 2007. Un año antes, actuó en “Rojo, la película”. En 2008, participó en la cuarta temporada del programa “El baile”, también de TVN. Dos años después, participó en la tercera temporada de “Fiebre de baile”, de Chilevisión, donde obtuvo el primer lugar, volviendo en 2012 como jurado de la quinta temporada. Previamente, lo fue en el
espacio “Talento chileno”. Rol que también ha desempeñado en la televisión extranjera, como en “Bailando por un
sueño”, en Bolivia. Es creador de cinco academias que llevan su nombre, en Providencia, Maipú, Viña del Mar, Puerto Montt y Las Condes, inauguradas en 2003, 2009, 2010, 2015 y 2017, respectivamente.

Artículo publicado originalmente en enero del 2018 en la Edición 164 de El Guardián de la Salud.

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