Ivette Vergara: “Yo soy de comida bien saludable, pero soy dulcera, ese es mi gran pecado”.

A los 46 años, esta periodista y conductora de televisión luce una facha como pocas, a tal punto que una marca cosmética internacional la contrató para ser rostro de una reconocida crema. Estos atributos hace años impulsaron su carrera en los medios cuando, a los 17, fue elegida “Miss Paula”, concurso de belleza que le abrió las puertas del modelaje. Sus méritos, sumados al esfuerzo y profesionalismo, la han situado en diversos programas en La Red, TVN, Chilevisión y, desde 2013, en el exitoso matinal de Mega. Al igual que en su adolescencia, esta ex seleccionada nacional de voleibol –disciplina que abandonó por un tiempo a causa de las pasarelas, de su carrera y de la maternidad–, hoy se declara fanática del deporte más por salud que por estética.

 

Por Antonio Muñoz, Periodista PUC

 

¿Qué importancia le das al deporte?

“Creo que lo más importante es la disciplina que te entregan los deportes en términos de los hábitos, de la responsabilidad,
del trabajo en equipo; en fin, una serie de valores. Y no necesariamente tiene que ver con un tema alimentario, sino que
también con como tú te vas desarrollando y vas interactuando con tus pares en la vida misma, en tu trabajo, en el colegio,
en la universidad, en todos los ámbitos”.

 

Aunque fuiste seleccionada nacional de voleibol, dejaste tu carrera deportiva. ¿Por qué?

“Lamentablemente, en Chile, no se puede vivir del deporte. De hecho, yo tenía una beca deportiva para entrar a estudiar a
la Universidad de Chile. Sin embargo, no la ocupé y me fui a estudiar Tecnología en Alimentos en la USACH. No me imaginaba viéndome en la obligación de abandonar el deporte por los estudios, y sabía de la experiencia de compañeros
mayores que eran deportistas de alto rendimiento a quienes no se les daban las facilidades para competir y estudiar al mismo tiempo. De hecho, la mayoría de mis compañeras que sí estudió con beca en la Chile se demoró un año más en sacar la carrera. Así es que creo que tomé una buena decisión. Mi hijo mayor, que estudia con beca deportiva en Estados Unidos, vive una experiencia totalmente contraria, porque allá los deportistas no se quedan con ningún ramo. Si están complicados y les está yendo mal, ponen un tutor que les enseña, los guía, los ayuda. Si les toca una prueba, cuando tienen entrenamiento o concentración, el profesor está en la obligación de darles facilidades. Entonces, vemos cuáles son los resultados de países desarrollados como Estados Unidos, que tienen políticas públicas deportivas que fomentan el deporte en los niños desde muy pequeños, en los grandes juegos”.

 

En la actualidad, ¿practicas algún deporte?

“Sí, volví a jugar voleibol después de estar casi 18 años fuera del deporte. Y hace 8 años lo retomé. Me retiré básicamente
por mi trabajo en ese minuto, ya que empecé a trabajar como modelo y era incompatible, porque tirarse al suelo y llegar con las rodillas rasmilladas, con moretones, etc., me complicaba mucho. Después, también, por un tema de tiempo. Los desfiles de moda eran casi todos a partir de las 6 de la tarde. Tenía que ir a buscar los zapatos, peluquería, maquillaje, ese tipo de cosas, y yo entrenaba lunes, miércoles y viernes, de 6 a 8 de la tarde en un principio, luego de 8 a 10, en etapa universitaria. Además, fui mamá jovencita, a los 23 años primero y, luego, a los 27. Dejé entonces de hacer deporte, aunque siempre he hecho actividad física, toda mi vida. Incluso embarazada, el día antes de tener a mi hijo, estaba en el gimnasio entrenando, haciendo aeróbico, anaeróbico, porque mi cuerpo estaba acostumbrado. Ahora complemento el voleibol con Pilates, que me ha hecho superbién para las lesiones deportivas. Es buenísimo”.

 

Para mantenerme en forma, ¿cuidas tu alimentación?

“Sí. La verdad es que soy bastante cuidadosa con el tema alimentación. De hecho, ahora por ejemplo, estoy haciéndole caso
a mi amigo Giancarlo Petaccia, que está con este “Código Petaccia”. Yo soy de comida bien saludable, pero soy dulcera,
que es mi gran pecado. Entonces, cuando en el Mucho Gusto tenemos cosas dulces,como tortas por ejemplo, que son mi
debilidad, trato de hacerle caso cien por ciento a mi amigo Petaccia, así es que de lunes a viernes me porto muy bien, pero el fin de semana siempre me doy un permiso. Soy sibarita, me gusta la comida, me gusta comer rico, me gusta conocer comidas distintas o restoranes distintos. Si no puedo disfrutar eso, siento que la vida no tiene mucho sentido”.

 

Y en el matinal, con la sección de comida, debe ser un desafío diario.

“La hora del desayuno es terrible, porque siempre hay algo, o torta merengue lúcuma, o tres leches de frambuesa, que son mis dos postres favoritos. ¡Puedo sentarme a ver una película con un bol de merengue!, pero ahora lo hago con tagatosa, porque tengo eso: de muy chica recuerdo que mi familia, en general, ha tenido tendencia al colesterol alto. Por eso, en mi casa no se comen frituras, no se usa en general mucho aceite en las comidas. Tengo internalizado eso. Y como partí haciendo deporte desde muy pequeña, me acostumbré a cuidarmi alimentación, porque cada ciertotiempo teníamos control con los nutricionistas, nos hacían charlas nutricionales de qué era lo que debíamos comer los deportistas de alto rendimiento y qué no; teníamos medición de grasa. De hecho, a los 12 años ya tenía una cáliper en el brazo, midiéndome la grasa. Pero este cuidado no es por un tema estético, sino por un tema de salud, porque para rendir más, tener más rechazo, un salto más
alto, necesito estar más liviana. Por lo tanto, no puedo tener mucho porcentaje de grasa. Creces con eso y, al final, te das cuenta de que te acostumbras a  comer de manera sana. No obstante, cuando salíamos del entrenamiento por la selección en el Comité Olímpico, que quedaba en Tarapacá, abajo había un carrito de empanadas fritas y nos comíamos una. Luego nos íbamos a entrenar por la universidad”.

 

¿Quién cocina en casa: tú, tu marido (Fernando Solabarrieta) o la nana?

“En mi casa la que cocina es mi nana, pero todas las instrucciones se las doy yo. De hecho, tengo una minuta de 30 menús distintos para un mes completo. Soy superordenada para esas cosas. Entonces, lunes, lentejas con chorizo; martes, charquicán; miércoles, arroz chaufán con carne. Y claro, son recetas nuevas que he aprendido en la cocina del Mucho Gusto y que voy incorporando. Me gustan las recetas de Agustín (Romero), o de Serrucho (Miguel Valenzuela), y las anoto. Tengo una cantidad de recetas increíble en mi celular que hasta podría escribir un libro; una recopilación con las que más me gustan. Carola Bezamat, cuando venía al matinal, tenía una sección de comida saludable y ahí aprendí a hacer las hamburguesas de lentejas o de garbanzos con cúrcuma. Si de repente a uno se le pasa la mano con la cantidad de legumbres, al día siguiente no le vas a dar de nuevo lo mismo a los niños, así es que las disfrazas un poco, les echas un par de cosas y tienes otra comida distinta. En eso también he aprendido mucho. No es que me fascine estar todos los días en la cocina, pero sí me gusta atender a mis invitados. Cuando invito a mi casa, me gusta cocinar a mí. También me gusta cocinarle los fines de semana a mi familia, a Fernando, a los niños. A veces me dicen: ‘Pidamos algo’. ‘No. Yo les quiero cocinar’”.

 

¿Y están alineados contigo?

“¡Es que no tienen otra opción!”. “¡Imagínate lo que son las discusiones!

 

Sabemos que estudiaste Periodismo, por lo tanto eres colega de tu marido. Y, además, eres deportista, área que él cubre. ¿Cómo es la convivencia entre ustedes?

“Mi hijo mayor juega fútbol en Estados Unidos, mi hija es voleibolista y el más chico también es futbolista; o sea, toda la familia deportista. De repente, me llama mi hijo y me dice: ‘Mamá, ¿cómo viste el partido?’ ‘Bueno –le digo– pero cuando hiciste tal cosa, ¿por qué te cerraste tanto? ¿Por qué no te fuiste en la diagonal?’. Y Fernando empieza a decir: ‘Ella, la que sabe’. Entonces, le contesto: ‘¿Tú crees que esto es física nuclear?’. Si el deporte es uno solo, más o menos, y uno tiene nociones, conocimientos. Claro, yo no soy experta en fútbol ni voy a entrar a analizar la táctica del partido, porque ese no es mi dominio. Pero, en general, todos los deportes son similares en cuanto a las estrategias, las actitudes dentro de la cancha, los movimientos, las caras si se te fue el gol o se te fue el remache, si te quedas pegado. Porque una cosa es la táctica de los deportes y otra es el aspecto emocional, que influye tanto que a veces es mucho más importante. Yo guío mucho a mis hijos desde ese punto de vista, como una especie de coaching. Fernando orienta más a mis hijos desde lo táctico, en cómo se planteó el partido por el lado técnico. Pero es rico, porque cuando conversamos o discutimos, vamos compartiendo experiencias”.

 

¿Realizan actividades deportivas en familia?

“En verano, se viene el beach voley y las pichangas. Entonces, son los Solabarrieta hombres (Fernando, Nicolás e Iñaki) contra las dos Solabarrieta mujeres, ambas voleibolistas. Y ellos pasan la pelota con lo que sea, hasta con la pata. Pero, obvio, ganamos las mujeres. Entonces se pican, aunque a veces nos han dado harto la pelea. Si empiezan a perder, empiezan a pelear. Entonces, les digo: ‘Ya, véngase uno para acá’. Y les paso a la Maite, mi hija. ‘Ándate tú para allá, juega con ellos y trata de organizarlos’. Es para compensarlos y que no se peleen tanto, porque obviamente, como deportistas, somos todos competitivos y todos queremos ganar”.

 

¿Te sientes una mujer guapa?

“Nunca me sentí así. Como que ahora último, ya más vieja, empiezas a decir: ‘En realidad, algo debo de tener’, porque si todo el mundo te dice que eres atractiva, que eres buena moza, algo hay. Pero nunca ha sido mi tema, nunca me he preocupado mucho de: ‘¿Seré bonita?’. No. De modelo nunca me sentí así. Todas eran flacas y yo la más curvilínea. Me decía: ‘Tengo más cuerpo de brasileña’. Cuando llegué a la televisión, tampoco. Creo que, cuando pasé los 30, empecé a aceptarme primero, porque siempre me cargaron mis piernas, mi trasero. Me encontraba todo grande, demasiado voluptuosa. Empecé a decirme: ‘Sabes, no es tan malo ser grandota, no es tan malo ser alta’. Pero fue un tema de madurez, absolutamente”.

 

¿Cuál es tu postura frente a la cirugía plástica, el bótox o el ácido hialurónico?

“Creo que si uno el día de mañana siente la necesidad de hacerse un retoque, porque te molestan las patas de gallo y te hacen realmente sentir mal, me parece que no tiene nada de malo. Pero creo que siempre hay un límite. Yo todavía no me pongo ni bótox ni ácido hialurónico, porque siento que no los necesito. Si me río y se me producen estas arruguitas en el contorno de los ojos, no me molestan. Pero, a lo mejor, si en 5 años me empiezan a molestar, no dudaría en hacerme un retoque; pero un retoque. Mi problema son los excesos, como cuando tú ves a alguien y dices: ‘No, pues, se le transformó la cara’”.

 

¿Te suplementas para compensar el desgaste físico por estar en cámara y hacer deporte?

“Solo cuando estoy con sobrecarga de entrenamiento, muy exigida porque vienen campeonatos y empiezo a hacer preparación física. Si no, no lo hago, porque tampoco es bueno sobrecargar el cuerpo con proteínas, porque cargas mucho el trabajo del riñón. Por eso, soy cuidadosa de ir dosificando y de no bombardear el cuerpo con tanta cosa. Vitaminas sí, siempre estoy tomando multivitamínicos”.

 

¿Duermes 8 horas diarias?

“Ojalá. Mi tema es que descanso poco y no tengo un sueño profundo. No tomo nada para inducir el sueño, porque la última vez que tomé algo me hizo efecto como 10 horas después. Entonces, andaba lenta y ya a las 4 de la tarde estaba botada. Cuando tomo remedios, me pegan mal porque mi cuerpo no está acostumbrado a tomarlos. De repente, me compro melatonina, pero siento que no me hace efecto. A veces, cuando estoy muy reventada, trato de dormir una siesta de 20 a 30 minutos, porque me repone. Cuando entreno voleibol, es hasta las 10 de la noche los martes y jueves. Mi hija entrena hasta las 10:15, y yo la voy a buscar, por eso nunca llego a la casa antes de las 10 y media. Lo más temprano que me acuesto, y a
regañadientes de mi marido, es entre las 11 y media o un cuarto para las 12. Y me levanto a las 5 y media. La primera alarma del despertador es a las 5:30 y, la segunda, a las 5:45. No soy de las que suena el despertador y salen al tiro de la cama. Por eso, me regalo esos 15 minutos para convencerme de que me tengo que levantar”.

 

Entrevista publicada originalmente en la Edición 174 de El Guardián de la Salud, noviembre 2018.