A un mes de cumplir 80 años, esta consagrada actriz de teatro, cine y televisión está en un inmejorable momento de su trayectoria profesional, gracias a sus más recientes apariciones en la pantalla chica con Pituca sin lucas y Casa de muñecos, ambas producciones de Mega –estación con la que tiene contrato hasta enero-, y donde encarna en esta última al personaje protagónico que padece de Alzheimer. Y también por el anunciado estreno en marzo de Viejas de mierda, en el teatro San Ginés, que la pondrá de nuevo sobre las tablas en compañía de otras dos reconocidas artistas como son Gloria Münchmeyer y Gloria Benavides.
Por Antonio Muñoz, Periodista PUC
Usted ha confesado que no tiene conflicto con la edad.
“Para nada. Parece que nací sin muchos complejos ni de edad ni de belleza, porque nunca fui muy bonita. Cuando estudiaba
teatro, tenía muchísimo acné y nunca me importó. Claro, ojalá tuviera veinte años menos, pero los últimos veinte años que
he vivido han sido provechosos, entretenidos. Ha habido de todo, como es la vida. Creo que la vida hay que vivirla tal cual y en todas sus etapas, vivirla bien mientras se tenga salud, porque la salud es lo más importante. Si no tienes salud, no puedes gozar de nada”.
A los 79 años, usted luce impecable en todos los sentidos. ¿Cuál es su secreto?
“Suerte y genes. Pero genes yo no sé de dónde, porque ni mi madre ni mi padre vivieron mucho. Mi padre murió a los 60
y mi madre a los 86, y bastante enferma. Yo nací con un solo riñón. De toda la vida he sido hipertensa y nunca he tenido
muy buena salud. De mayor me he afirmado un poco más. Lo que sí me pasó, en enero pasado, es que me quebré una
cadera. Hubo que ponerme 3 pernos y ya estaba grabando la teleserie. Dije en ese momento: ‘Reemplácenme’, pero no me
reemplazaron. Me operaron y en 5 semanas ya estaba de vuelta. Cuando grabé los primeros capítulos de la teleserie, fuera
del set andaba con bastones, con burrito, con todo. Pero creo que quedé bien, con un poco de cojera, aunque la gente me
dice que no se nota. Me pegué un buen susto, porque fue muy fea la fractura”.
¿Practica terapias para mantenerse sana?
“A través del tiempo he hecho de todo, pero soy muy inconstante. Me matriculo en una cosa y por trabajo –porque, por
suerte, siempre he tenido trabajo, menos notorio que ahora, pero nunca me ha faltado, empiezo con Pilates, por ejemplo,
alcanzo a ir un mes y al otro ya no puedo ir. Entonces, ya no me inscribo, porque pierdo plata. He hecho Pilates, Yoga,
Hatha Yoga, Bikram Yoga, Tai Chi, Chi kung. Deportes, no; ni siquiera caminar mucho. Tengo que hacer bicicleta estática
para que no tenga el peso del cuerpo y no me la he comprado todavía. ¡Va a ser un año que estoy por comprármela! La
verdad es que no me cuido mucho”.
¿Usa productos rejuvenecedores?
“Una vez al año, sí, me pongo bótox porque, de lo contrario, me veo muy enojada, y yo no soy una persona enojada. Y sí me pongo –porque me hace falta–, ácido hialurónico en este rictus (señala las comisuras de la mejillas). Y ahora que soy más conocida, una marca francesa de productos cosméticos muy buenos me contrató como rostro o embajadora, pero solo para su tienda de Costanera. Nunca me he comprado cremas caras, pero, desde que me las regalan, las uso y parece que sí hacen bien, porque yo me siento un poco mejor la cara, más hidratada. Antes, por supuesto que usaba cremas, como cualquier mujer. En la noche me sacaba todo y después me ponía crema, no de las más baratas, pero tampoco de las más caras, normales”.
¿Cuál es su mirada de cómo se envejece hoy en Chile?
“Hoy, en Chile, se sigue castigando mucho al adulto mayor. Mira, yo tengo una opinión bien clara porque, en España, cuando tenía 30 y tantos, trabajé mucho con adultos mayores. Yo iba a El Escorial a dar clases de expresión corporal, que es como gimnasia pero con un contenido. Había talleres, incluso, de esmalte en cobre y fotografía. Y allá las casas no eran hogares, eran como casinos o como centros de reunión, con muchos estímulos, ya que los adultos mayores se pasaban el día entero jugando a las cartas o bailando, todos los jueves. De todo y gratis. Aquí, en las municipalidades ricas, que reciben hartos recursos de la gente que vive en el sector, tienen talleres gratuitos también de tejido y pintura para las mujeres, y pocas actividades para los hombres, Yoga a lo mejor”.
Considerando que su papel en la teleserie de Mega tiene que ver con el Alzheimer, ¿cómo ve usted esta enfermedad?
“Cada vez es más frecuente, eso es lo peor. Pero dicen que se está descubriendo el antídoto, que por lo menos te puede
frenar el deterioro. Sé que la enfermedad tiene 3 etapas. La primera es cuando empiezas a olvidar las cosas cada vez más seguido o cuando empiezas a repetir la misma pregunta en un lapso corto de tiempo. A todos se nos olvidan las cosas. Salgo para algún lugar y… dónde dejé las llaves, dónde dejé el auto. Me pasa a mí, que soy distraída. Eso es normal. Pero ya es terrible cuando te empiezas a dar cuenta de que va mucho más allá del olvido normal, del desgaste normal del cerebro de una persona. La segunda etapa, que es la peor, es cuando te defiendes como gato de espalda y crees que todo el mundo te está achacando, te están robando. Te pones agresiva, garabatera –como la demencia senil– y te da hasta por pegar. Muy terrible, sobre todo para las familias y para los que los cuidan. Y la tercera etapa es la que se conoce como “dulce indiferencia”, cuando ya no estás para nadie. Se ha descubierto que las personas igual sienten el afecto, por lo que las familias no deberían abandonarlas en hogares para la tercera edad. También se ha descubierto que pueden recordar momentos de su vida con la música. Les pones algo de su época y se acuerdan de la melodía entera y hasta de la letra. Gente que no se ha levantado de la silla durante 15 o 20 días, se levanta y canta y baila. Después se vuelven a sentar y le preguntas: ‘¿Tienes hijos?’. Y se quedan mirando al vacío, ya no están. Son paréntesis de lucidez. Por eso, no hay que abandonarlas nunca”.
Sabemos que estuvo en el Festival Woodstock, en 1969. Cuéntenos esa experiencia.
“En esa época, yo estaba de acuerdo con todos los principios del movimiento hippie. No quiero parecer la vieja chora, porque eso me cargaría, pero nací libertaria de verdad. Me parece bien el amor libre, me parecen bien las parejas abiertas. Por supuesto, estoy de acuerdo con la ley del divorcio, también con la unión civil entre personas de un mismo sexo, incluso con el matrimonio; y eso no se puede decir aquí en Chile. El que quiera estar casado de por vida con alguien y sea feliz, aleluya. Cada persona tiene que vivir su vida de acuerdo con lo que la hace feliz. También estoy a favor de la adopción de hijos por parte de homosexuales. ¡Tú ves lo niños en el Sename! ¿Cómo no van a estar mejor con una pareja? ¿Por qué creen que van a abusar de un niño? ¿Porque son homosexuales? Pero si los que abusan de los hijos son los padres, los abuelos, los tíos. Todos los abusadores están dentro de la familia. ¿Por qué estigmatizarlos a ellos? No se dan cuenta de que, generalmente, el abuso sucede dentro de las familias”.
¿También se declara ecológica?
“Absolutamente. Mira, aquí –yo vivo cerca de la plaza Las Lilas– hay un punto de reciclaje al que vengo y, en noviembre, me hicieron una notita para la revista Caras, con fotos tirando la basura en este punto con mi nieto, Clemente, porque él y mi hija, María José, son muy ecológicos. Reciclan en el Punto Limpio que está al costado del puente Centenario, en Vitacura, porque
ahí tienen para pilas, para remedios vencidos, para ropa, para todo. Ellos viven en Providencia, pero juntan toda su basura y, una vez cada quince días, van con todas las bolsas a reciclar allá. Yo reciclo desde hace harto tiempo por mi hija, porque es muy recicladora. Incluso, cuando vivía en casa, tenía los típicos basureros de distintos colores y cuidado con que yo accidentalmente echara algo en el basurero equivocado. Te llovían las penas del infierno, jajaja”.
Ha confesado en los medios que alguna vez fumó marihuana. ¿Cuál es su postura frente a la legalización del
consumo de esta hierba?
“Que se legalice el uso de la marihuana (a partir de los 18 años), porque ahí se van a acabar todas las mafias. Y la marihuana adulterada es terrible, porque incluso le echan veneno de ratones. Si ves que una persona no es adicta por naturaleza,
¿por qué no va a poder fumar marihuana? ¿Por qué, en cambio, dejan a las personas tomar alcohol? Por eso, estoy de acuerdo absolutamente con el uso de la marihuana para lo medicinal y para lo recreacional, aunque dicen que de todos los componentes de la marihuana solo algunos son beneficiosos, y otros no. Eso, justamente, lo dicen doctores que están en contra de su uso. Los que están a favor dicen lo contrario. Entonces, a menos que uno sea un experto y haga sus propios
experimentos, nunca vamos a saber la firme”.
¿Y su opinión frente a la donación de órganos?
“Necesario, absolutamente. Mega hizo esta campaña de la donación, donde participé. Lo que sí, yo tuve ictericia de niña y hepatitis A, a los 64 años, cosa muy rara porque te da hasta los 30 y tantos. Pasó cuando fui a Brasil y estaba tomando un jugo de cañas. Las cañas estaban en el suelo y un amigo me dice: ‘Cuidado, Gaby, mira cómo están’. Y le digo: ‘Pero si las pelan y después las meten en las maquinitas’. ‘Te va a dar hepatitis’ y me lo decretó. A los 15 días de llegar de Brasil, me dio una hepatitis que casi me fui para el patio de los callados. Mi hermana mayor, Nieves, que es médico –la primera neurofisiatra
de Chile–, veía los valores transaminasa. ‘¡Cinco millones! ¡Monita, no sé cómo no estás muerta!’. Te lo juro. Muy grave.
Reconozco que fui descuidada en ese momento, porque no estaba en un lugar con las mejores condiciones higiénicas y, además, la verdad es que tuve mala suerte. Por eso, hoy tengo que preguntar si puedo realmente donar mis órganos”.
Respecto de su trayectoria profesional, tiene un generoso registro de créditos en teatro, cine y televisión. ¿En qué
género se siente más cómoda?
“Es que es un lugar común y todos los actores respondemos lo mismo, porque es la verdad, pero el teatro es lo que más me gusta hacer. No quiero menospreciar a la televisión, donde hay muchos más factores: que la luz, que se ve un foco, que esto o que lo otro, que se puede repetir. Es tan diferente que la adrenalina no es la misma y, sí, a mí me gusta la adrenalina. Pero igual estoy agradecidísima. Además, el teatro no te da para vivir, al menos no en Chile; en el extranjero un poco más, pero tampoco tanto”.
¿Cómo se explica el cariño y simpatía que despertó su personaje en “Pituca sin lucas”?
“Lo curioso es que este personaje, siendo secundario, se fue para arriba porque le puse más humor a conciencia para humanizarlo, porque esa gente que es tan católica de los dientes para afuera, pero que no tiene la mínima piedad, que rotea y desprecia a todo el mundo, que trata así por arriba de los hombros a todo el mundo, son deleznables. Cuando leía al personaje, decía: ‘¡Qué horror!’ Tenía humor, pero también le puse mucho por cuenta mía. Además, cuando Rodrigo Bastidas y Elena Muñoz –que son los escritores de la telenovela– veían las grabaciones, decían: ‘Gaby, tenemos el mismo humor, así es que tú ponle no más’. ¡Y le ponía! Hablaba en inglés, en francés, todo para hacer la diferencia con los demás. Salió un
personaje muy divertido”.
¿Qué le parece muy “clase media” en el Chile de hoy?
“Andar con las marcas; y falsas, además. Eso es muy clase media. Por suerte, ya no se usa tanto la cartera de Louis Vuitton. Tengo una que me regalaron, pero la verdad no la uso, porque no me gusta el diseño. Ahora han innovado harto, pero encuentro que la moda está horrible. Yo creo que los modistos odian a las mujeres, porque si nos pueden poner más feas, nos ponen”.
Diciembre: mes de mucho estrés por Navidad y Año Nuevo. ¿Qué le parecen estas fiestas?
“Me cargan las fiestas por obligación. Soy muy respetuosa de todas las religiones, pero no profeso ninguna. Soy agnóstica. Alguna vez celebré Navidad. Cuando mi hija era chica, el papá le hacía pesebre, porque en España se celebran Los Reyes Magos, que es el 6 de enero. Nosotros vivíamos en la Plaza Mayor de Madrid, que es enorme, con balcones, por donde iba
la caravana de reyes con elefantes, con camellos, con todo. Una caravana que duraba horas y con las tribunas donde estaban el rey Juan Carlos y la reina Sofía con su hijo Felipe, que es rey ahora, y con las infantas. Yo invitaba gente amiga, actores, y llenábamos el balcón y celebrábamos Reyes, que allá son los que llevan los regalos a los niños. Hay que dejar comida a los camellos, agua afuera de la puerta, y si te portas mal, en vez de dejarte regalos, te dejan carbón. A mi hija había que hacerle creer que los camellos habían estado ahí, revolviendo todo y dejando el agua chisporroteada para todos lados. Eso me divertía mucho. Pero ahora ya no, porque mi nieto tiene 11 años y no cree. Pero coopero, porque mi hija hace un árbol grande y yo pongo los regalos, nada más. Y compro solo uno para mi nieto”.
¿Algunas recomendaciones literarias para el verano?
“Cualquier novela de Paul Auster. A mí me encanta. Ahora estoy leyendo 4 3 2 1, su último libro, así de grueso, y ya voy por la mitad. Lo entretenido es que es profundo, pero te vas por un tobogán. Y lo fui a ver cuando estuvo acá con J. M. Coetzee, el Premio Nobel de Literatura sudafricano, porque me gusta mucho leer. También recomiendo a Jhumpa Lahiri, una escritora india que ganó el Premio Pulitzer con El intérprete del dolor. Es brillante. Le he leído La hondonada, muy buen libro. Y La dimensión desconocida, de Nona Fernández –la autora que escribió la teleserie–, que ganó el premio sor Juana Inés de la Cruz con esta novela, que también recomiendo”.
Copihue de Oro 2018!
El viernes 23 de noviembre, en Gran Arena Monticello, se celebró una nueva versión del Copihue de Oro 2018. En esta ocasión, nuestra querida entrevistada, Gaby Hernández, fue la gran ganadora del premio como “Mejor Actriz” por su personaje de Nora Elizalde, en la teleserie “Casa de Muñecos” de Mega. ¡Felicitaciones!
Entrevista publicada originalmente en la Edición 175 del Guardián de la Salud. Diciembre del 2018