Por Lorena Castillo , Naturópata Holístico / Paramédico
Julieta de 48 años, llegó a mi consulta con fuertes cólicos, dolores intermitentes e inflamación en la parte superior derecha del abdomen. Tenía intolerancia a los alimentos grasos, hinchazón y eructos. En algunas ocasiones también náuseas y vómitos, y coloración oscura en la orina.
Con estos síntomas, debíamos comenzar cuanto antes un tratamiento, ya que era riesgoso no hacer nada o tomar la decisión equivocada.
Por su obesidad ella se encontraba realizando una dieta sin asesoría profesional, con una alimentación pobre en fibra. Esta dieta si bien produjo un descenso brusco de peso, también disminuyó la cantidad de ácidos biliares de la bilis y enlenteció el vaciamiento de la vesícula, lo que produjo un alza de colesterol LDL (malo) y bajó el nivel de HDL (o colesterol bueno). Esto causó la insolubilidad del colesterol y aumentó las concentraciones de bilis, lo que ocasionó finalmente la formación de cálculos.
El tratamiento debía consistir en un aumento de la ingesta de fibra, porque esta arrastra una porción de las sales para ser excretada a través de las heces en lugar de ser reabsorbidas, lo que da lugar a una bilis con menos colesterol, y reduce el riesgo de cálculos.
Una de las primeras recomendaciones para aliviar a Julieta fue que se aplicara calor en la zona afectada con sacos de semillas calientes, o por medio de baños de tina calientes. Debía realizarlo todos los días por 60 minutos, las primeras semanas. Al mismo tiempo, y para depurar su organismo, le recomendé que tomara –en ayunas– unas cucharadas de vinagre de manzana orgánico diluido en agua.
Luego tuvimos que controlar la ingesta calórica por su sobrepeso, para conseguir un descenso de peso gradual. Así, una alimentación adecuada, variada y baja en grasas, también colaboraría al reposo del órgano. Ella debía fraccionar sus ingestas alimentarias en cuatro tomas diarias sin saltarse ninguna.
También buscamos activar los protectores del hígado con los siguientes alimentos muy bien dosificados:
– Vegetales con ligero sabor amargo, como rábanos y apio. Estos actúan sobre el organismo descongestionando y desintoxicando, y favoreciendo a la vez el vaciado de la bilis.
– Alcachofas, debido a su contenido en cinarina. Poseen un poder regenerador; sobre todo cuando se preparan infusiones con sus tallos y hojas. Para la infusión se deben añadir 100 gramos de hojas y tallos cada un litro de agua y beber tres tazas de este líquido al día.
– Betarraga, achicoria y berenjena, porque aumentan el flujo de bilis siendo un gran apoyo.
– Diente de león. Tiene propiedades diuréticas y depurativas preparado como zumo con sus hojas y/o raíces; 3 cucharadas al día antes de las comidas.
– Grasas. En esta etapa, las únicas grasas permitidas en moderada cantidad son el aceite de oliva y el aceite de coco. Se deben excluir mantequilla, margarinas, manteca de cerdo, crema de leche, salsas tipo mayonesa, sofritos, etc.
– Clara de huevo solas en tortilla, escalfadas o pasadas por agua dos veces por semana, al almuerzo, no al desayuno.
– Frutas. Estas deben ser frescas, maduras, batidas, asadas, en compota o en puré.
– Hierbas como estragón, eneldo, laurel, tomillo, menta y romero para ayudar a la digestión. Pero no especias fuertes como pimienta negra, blanca y pimentón.
En esta primera etapa y para evitar la obstrucción se le aconsejó a Julieta restringir los alimentos que estimulan las secreciones digestivas como ajo, cebolla, chalota y puerro (aliáceos). También los flatulentos como coliflor, repollo blanco y legumbres. Además, las carnes en general y las bebidas que estimulan las secreciones digestivas como café normal o descafeinado, tés fuertes, bebidas alcohólicas, gaseosas y azúcar. Y los cítricos, en especial la naranja, porque tomados en ayunas provocan un vaciamiento brusco de la vesícula biliar (efecto colagogo), por tanto, en caso de cálculos tampoco resultan aconsejables.
Finalmente, Julieta debió incorporar la actividad física a su rutina diaria, con ejercicios suaves como caminata o gimnasia de mantenimiento, sin realizar grandes esfuerzos.
Así, han pasado dos años de este episodio, y la paciente no ha vuelto a manifestar problemas biliares ni hepáticos.
Favorablemente aprendió a alimentarse y a realizar cambios de hábitos que han resultado permanentes en el tiempo.
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