Diagnosticado con cáncer de próstata hace 9 años, y en etapa terminal hace casi dos, el humorista chileno ha sabido torcerle la mano a la enfermedad gracias a su actitud que combina conceptos como armonización y sincronía. En entrevista exclusiva, nos cuenta cómo ha superado esta complicada etapa de su vida y cómo vive en la actualidad, dedicándose incluso a escribir libros testimoniales.
Por Antonio Muñoz B. Periodista / Licenciado en Información Social PUC
Fotógrafo: René Díaz S.
01 de Julio 2017
Aunque al humorista chileno Jorge “Chino” Navarrete se le recuerda por una celebrada carrera profesional en la industria del
espectáculo y del entretenimiento, en su vida privada ha sabido de grandes dolores de los que se ha sobrepuesto gracias a la misma entereza con que hoy asume el cáncer de próstata que le aqueja desde 2008. La misma con que, recientemente, afrontó también su separación luego de 39 años de matrimonio. Pero él está convencido de que todo debe aceptarse de la mejor forma posible, viviendo cada momento en su máxima intensidad, porque de eso se trata la vida.
¿Cómo asumió el diagnóstico de cáncer a la próstata?
“Yo no tengo mucho recuerdo de eso, porque nunca me impacto por las cosas ni buenas ni malas entre comillas. El bien y el mal son apreciaciones que están en la mente de los seres humanos. Lo que es bueno para unos, es malo para otros. Por lo tanto, uno puede regular esas cosas, no son determinantes, aunque por supuesto las cosas buenas que le pasan a uno están en la norma de sentirse bien y, las cosas malas, dentro de la norma de asustarse frente a ciertos riesgos. Pareciera ser que yo tengo la facultad de no estar en ese límite del bien y el mal. No obstante, tengo que decir que me pareció extremadamente irresponsable el impacto que sentí por las decisiones del médico. Creo que cometieron un “trasca”, como le llaman los médicos, y resulta que ahí me encontré con una mala sorpresa que el doctor que me operó no me propuso hacerme una biopsia primero antes de la RTU (Resección Transuretal de la próstata), que es una operación de la cúpula de la próstata.
Estaba frente a un “diostor”, porque él apeló a que él todo lo podía y que, bajo la mirada sin confirmación, yo no tenía cáncer y que me iba a ir regulando con los propios antígenos”.
¿Por qué cree que se enfermó de cáncer?
“Pienso que nosotros somos la parte y el todo en este universo; por lo tanto, nosotros contribuimos a exacerbar estos defectos de carácter, estas enfermedades y todo lo que nace y proviene de este forado llamado miedo, de esta ausencia del amor incondicional. Pero también arrastramos el lastre que viene en la especie humana, que se comunica a través de los genes, de la herencia. Por ende, nosotros tenemos varias formas de recibir y hacernos cargo de estas disfunciones de la especie humana que son propias del mundo que no es, no del mundo verdadero o real. Uno hereda y está viviendo hoy en un contexto en que se enferma o es desactivador.
Creo que yo soy un tipo al que le ha tocado vivir no solamente enfermedades, sino que circunstancias en las cuales he
debido desactivar esa baja energía, o elevar esa baja energía a niveles normales en enfermedades donde a una persona
le va a costar mucho enfrentarlas con contento, con felicidad y con amor.
Ya me tocó una anterior, una mielitis transversa, donde los médicos me preguntan por qué no estoy parapléjico. Lo único que puedo responder es que estoy aquí, paradito, y que cuando enfrenté la mielitis transversa «estuve muy contento, estuve muy feliz”.
Luego de someterse a la RTU de próstata y a la prostatectomía radical, el humorista ha seguido tratándose en el Instituto IRAM. Si bien es enfático en afirmar que no sabe si revirtió el cáncer, sí está seguro de que, desde que le diagnosticaron la metástasis hace dos años, sus antígenos han pasado desde los 2202 a 006, marcando en el intertanto 125 y 280. ¿La clave para esta disminución en el conteo?:
“Lo primero es que nunca tuve una alteración en el estado de ánimo, a pesar de que tuve dolores al principio. Nunca tuve miedo. Nunca sentí que tenía que ser la estatua inamovible de una casa donde todos vienen a verlo a uno porque se va a morir. Nunca usé conmiseración. Siempre reuní a mi familia –en ese tiempo estaba con ellos– y les manifesté que yo iba a vivir una experiencia estoicamente, contento y feliz. Ya había tenido otras experiencias que habían indicado que se podía y había conversado principalmente con colegas muy aledaños a lo espiritual, quienes me habían dicho que hay otras formas para desactivar las energías densas de las enfermedades en la especie humana”.
Usted rechazó el tratamiento con quimioterapia. ¿Cuáles fueron sus motivos?
“Cuando enfrentamos nuestros procesos, y echamos una miradita y culpamos al mundo de lo que nos pasa, y nosotros no nos hacemos cargo de lo que cooperamos a nuestra especie, a esta totalidad magnificente, omnipresente y toda poderosa, entonces mi computador biológico me dice lo que debo y lo que no debo hacer a través de mi aparato sensorial. Y como tengo un amor entrañable por los agentes de vida, y las células son agentes inteligentes, yo no puedo bombardear discriminadamente, porque me imagino que estoy bombardeando ciudades, incluso si fuesen millones de células nocivas. Hacerlo, sería como ir a bombardear, por ejemplo, esas personas que tienen hambre. Por eso, amo mi cáncer”.
¿Recurrió entonces a terapias alternativas?
“Para justificar y avalar lo que yo heido haciendo en mi vida, me remito al nuevo paradigma científico que se llama paradigma de la complejidad, porque manifiesta que todo está unido. Volvemos a la totalidad, a esta convergencia de sistemas y a que la fuerza de cada cual está dada, y debiese estar dada, en la realidad del ser por la armonía nuestra y la sincronía de la totalidad. O sea, yo armonizo y la totalidad me sincroniza lo que deba.
Así ocurrió con el kalanchoe, que me llegó por sincronía y no porque yo lo haya buscado. Afortunadamente, tengo a mi alrededor personas que me quieren mucho, como yo quiero al mundo, y tengo una comadre chinita que empezó a buscar para su compadre cosas que le hicieran bien. Un día, cuando ya me habían diagnosticado el cáncer como terminal, mi familia me hizo un cumpleaños en un local cercano a mi casa, que más parecía una despedida. Lo pasé muy bien. Y la dueña del restorán pidió la palabra al final y dijo: “Don Jorge, yo lo aprecio mucho y le tengo un regalo”. Y traen de adentro un macetero precioso con kalanchoe. Entonces yo dije: “Tengo que tomar kalanchoe”. Y cuando a mí se me está acabando, siempre la vida me provee sincronizadamente”.
¿Como una forma mágica de recibir lo que necesita?
“La vida o la totalidad se encargan de entregarle a uno lo propicio, lo que necesita. Por ejemplo, estuve en las bodegas de un barco con rumboa Pisagua. Teníamos mucha hambre y pensábamos que nos iban a tirar al mar. Y nos dijeron que no, que íbamos como prisioneros de guerra, lo cual nos puso muy contentos porque de cadáveres pasamos a prisioneros de guerra. ¡Es una ganancia muy grande! Así es que yo me subí al entrepuente y me puse a contar a mis compañeros los mismos chistes que contaba en la universidad. De repente, volvió el capitán del barco y nos dice: “Señores, este es un barco mercante y, cuando anuncié a la tripulación que ustedes iban a Pisagua, la tripulación de este barco me llamó para decirme
que va a ceder sus onces para ustedes”. Nos trajeron el café aromático en un balde y los sándwiches de jamón con queso, así es que celebramos la vida en ese momento, porque había algunos con hasta 72 horas sin comer. Y esto fue posible solamente por un efluvio del amor”.
Otras terapias complementarias : Como consecuencia de esta actitud de armonización y sincronía, Jorge “Chino” Navarrete confiesa que también llegaron a sus manos terapias complementarias basadas en el consumo de la graviola del Amazonas y de a cannabis. En el primer caso, fue gracias a una periodista muy cercana. En el segundo, en tanto, a través de una amiga que se la recomendó en gotas. Tanto confía en la cannabis, que incluso –cuando tiene– regala frascos a quienes se atienden con él en su consulta particular, en el mismo departamento de Ñuñoa donde ahora vive solamente junto con su perro, Merengue.
Reconoce, asimismo, el valor tanto de la medicina convencional como de la complementaria, teniendo sin embargo una postura crítica respecto de la primera:
“Desgraciadamente, ha sido sintomática y en eso yo tengo que tener mucha precaución, porque atacar el síntoma no es la solución. Nosotros somos una integridad; entonces, el que se ataque el síntoma y se deje pulsando la causa de las cosas, no tiene ninguna validez”, enfatiza. Y agrega: “El problema emocional es el causante de los problemas en la política, en la economía, en la religión, generando las desarmonías provenientes del miedo,
que es la raíz. Entonces, ¿cómo voy a tapar el sol con un dedo? ¿Cómo voy a decir que no tiene que ver? Y tiene que ver con mi enfermedad”.
¿Qué diría a las personas que están padeciendo una enfermedad como la suya?
“Les diría que la muerte en sí no existe. Hay término de un proceso. Y de un proceso que no es tan feliz que digamos.
Entonces, hay que perder el miedo. Atrévase a perder el miedo y viva. ¡Viva lo que tiene que vivir, sin miedo y sin culpa. Vívalo! No esté pensando en el dolor. No esté pensando en un montón de cosas que son invenciones del albergue transitorio llamado mente.
Nosotros venimos a desactivar todo el lastre que arrastramos del error humano. Dese esa oportunidad de desactivar. Dese la oportunidad de ser imagen y semejanza de lo divino. Ensaye ser esta suerte de chispa divina que tiene todo el poder para serlo. Hágalo con entusiasmo. Hágalo con amor.
El miedo es difícil combatirlo de un momento para otro, así como así, pero use una postura divina que es el valor para hacer las cosas. Y disfrute mientras viva, amando y amándose a sí mismo en primer lugar, porque esa es la energía. Yo no estoy hablando ni de religión ni de misticismo. Estoy hablando de ciencia. No rechace el momento que le toca vivir, porque no le podemos cambiar ni una coma. Entonces, si usted trata de vivir en lo hipotético, está cometiendo el peor pecado que es no vivir su vida; el vivir en lo hipotético, cuando lo hipotético está flácido, no existe, no hay hipótesis. Usted vive en lo real; por lo tanto, el juego de la vida no consiste en que te salgan las mejores cartas, sino en saber jugar las cartas que tengo en la mano. Y las cartas que tengo en la mano son el proceso que tengo que vivir. Y lo voy a vivir hasta que se apague el último momento, hasta que me quede el último suspiro, porque voy a terminar viviendo para seguir viviendo”.
En la actualidad, Jorge “Chino” Navarrete alterna sus presentaciones en vivo –donde, además de sus rutinas humorísticas, también canta e improvisa con la atención de pacientes en su consulta privada (chinonavarrete@
gmail.com), dado que es psicólogo de profesión (UNIACC). Incluso, se da el tiempo para escribir libros. Tres, de hecho, los cuales se publicarían en el siguiente orden: “Dios ha muerto como creencia, Dios ha vuelto como
experiencia” (título tentativo), “La gran responsabilidad humana: ser feliz” y “Ángeles de mi doloroso amor”. Al respecto, comenta:
“No me complica trabajar en los tres simultáneamente, porque son temas distintos, a pesar de que siempre todo es integral. Para mí, lo anecdótico es riquísimo, porque si bien es cierto está lleno de dolor, de procesos cansadores al cruzar territorios de sombra y oscuridad, siempre aparece ese momento de alquimia, de resiliencia, de quedarse con ese sustento al final”.
Artículo publicado originalmente en julio del año 2017. Edición 158, paginas 4 -5 de El Guardián de la Salud.
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