Alfredo Lamadrid: “La vida empieza hoy, cada día”.

Con más de cuatro décadas en televisión, Alfredo Lamadrid se ha ganado el reconocimiento público gracias a su carrera periodística y a un currículum que incluye, también, su paso por la actuación, la academia, el teatro y la dirección de diversos programas emblemáticos de la pantalla chica y hasta de una película, “Todo por nada”.
Incondicional de su esposa y de sus 3 hijos, se declara maravillado con la Internet y las redes sociales, renovándose gracias a su lema de que la vida comienza cada día. Y le queda cuerda para rato, adelanta este prestigioso profesional galardonado con innumerables premios y quien, aparte de seguir al aire en La Red, prepara nuevos libros que se sumarían a los dos que ya tiene en circulación, “Detrás de la pantalla” (Edimpres) y “Nada es como era” (Zig Zag).

 

Por Antonio Muñoz, Periodista PUC

 

Sabemos que no le gusta hablar de su edad. ¿Tiene conflicto con ese tema?

“Nunca digo mi edad. Es que yo creo que hay 3 edades. La edad psicológica, que es cómo uno se siente; la edad que se aparenta, que es la que uno demuestra, cuando la gente dice: ‘Este señor no tiene más de 50 o 60 años’; y la edad del carné de identidad, que es la menos importante”.

 

¿De qué edad se siente?

“Me siento con el alma muy joven, aunque el envoltorio se deteriore. Y tengo una creencia en mi vida que es clarísima: la vida empieza hoy, cada día”.

 

A su edad, ¿cómo se mantiene en buena forma y productivo?

“Como dice Mirtha Legrand, quien es una persona grande, porque a ella no le gusta que le digan vieja; prefiere que le digan
una persona mayor. En mi caso, me siento bien de salud; me gusta el trabajo que he hecho toda mi vida. Estoy empezando a
escribir otros libros, porque ya he publicado dos. Además, tengo algunas actividades empresariales en el rubro inmobiliario,
aparte de lo que hago en televisión. Paso mucho tiempo en mi casa, porque con el modernismo trabajo desde la oficina
que tengo en mi casa. Me conecto con la gente y con mis colaboradores a través de WhatsApp, y así vamos haciendo el
programa. No tengo interés en parar todavía. Me siento bien, cómodo, tranquilo. A mí, la televisión me parece como si fuera
mi casa porque llevo tantos años en ella; ¡45 años! Empecé el año 73, y me parece como si estuviera empezando”.

 

¿Sigue alguna dieta para conservarse bien?

“No, no. Como de todo. Pero nunca en exceso”.

 

Luce una piel saludable. ¿Algún cuidado en especial?

“No utilizo ningún producto. Cada cierto tiempo, Sonia Fernández me hace un tratamiento para la cara en su Centro de Salud y Estética, porque desde muy joven empecé en teatro, a los 20 años, y me he maquillado toda la vida. Entonces, la piel a veces se resiente”.

 

¿Toma suplementos vitamínicos para energizarse?

“Sí, unas pastillas que me trajeron de Estados Unidos, que bajan el colesterol porque ese es mi problema, lo tengo que estar controlando. Y, por orden médica, tengo también unas pastillas para el corazón y para las articulaciones, porque tengo hipertensión”.

 

¿Practica deportes?

“Desde joven. Hoy practico tenis y estoy empezando en yoga. Además, hago bicicleta 3 veces a la semana. Dicen que el ejercicio es básico para mantenerse bien”.

 

En otras palabras, mejora su calidad de vida.

“El ejercicio, sin duda, me da un tipo de bienestar. Me interesa mucho el yoga, aunque no podría decir que hago yoga, porque estoy recién empezando. He hecho 3 veces, 3 horas. Todo se empieza. Mi profesora es mi nuera, la polola de mi hijo mayor, Alfredo. Ella se dedica a eso, es su actividad”.

 

¿Es partidario de la cirugía estética para lucir bien?

“Creo que los artistas deben someterse a tratamientos para verse más jóvenes, porque resulta desgarrador ver, por ejemplo,
a un cantante que se ve muy mayor jurando y pidiendo amor a través de sus canciones. Por eso, ellos deben cuidar un poco su aspecto físico, al igual que los actores, para que puedan acceder a un buen papel. Así es que soy absolutamente partidario de que la gente que trabaja con su rostro o con su físico se haga cirugía y cuide su apariencia. Yo, ya no, porque se me pasó el tiempo”.

 

Antes de titularse de periodista en la Universidad de Chile, usted trabajó como actor. ¿Cómo llegó a las tablas?

“Cuando estaba en la Escuela de Periodismo, comencé a trabajar en la compañía de Lucho Córdoba (pseudónimo de Luis Alberto Garreaud Fernández), famoso actor peruano que se avecindó en Chile y que hacía comedia. Por esa época, estaba dirigiendo un espectáculo y un compañero de la Escuela, Federico “Perico” Gana, me dijo: ‘Mira, mi hermana está casada con el hijo de Lucho Córdoba. ¿Te interesa grabar con él?’ Entonces le dije que sí, porque era un actor conocido. Luego, Lucho Córdoba me vio dirigir y me dijo: ‘¿Por qué no me vas a ver un día?’ Y fui a verlo. Me preguntó si quería trabajar en teatro y,
la verdad, es que me interesaba, porque antes de ser periodista, quise ser actor. Pero, por diversas razones –mi familia y la incertidumbre laboral– me decidí por el periodismo. Me enamoré de mi carrera y nunca repetí un curso. Y estuve 2 años y medio, casi 3, trabajando de actor con Lucho Córdoba”.

 

¿Estudiaba y trabajaba en forma paralela?

“Pero, ¿qué es lo que era paralelo? ¡Vermouth y noche todos los días; y sábado y domingo, matiné vermouth y noche! Claro, y los otros días en la mañana ir a la Escuela de Periodismo. Y, de repente, una fotonovela. Entonces, faltaba a la Escuela, hacía la fotonovela y me iba al teatro. Cuando uno es joven, tiene más energía y tenía inquietudes de ese tipo. Lo curioso es que no tenía ningún pariente mío que estuviera relacionado con el periodismo o con nada del teatro”.

 

Actor, periodista, director, productor, escritor y profesor universitario. De todos estos roles profesionales que ha desempeñado, ¿cuál le ha dado más satisfacciones?

“El rol de Gerente de Producción y de Programación de lo que hoy es Chilevisión y antes fue Canal 11 de la Universidad de Chile, porque pude desarrollar muchos programas con otra gente. Hicimos el primer matinal de la televisión chilena, que se llamó Tele 11 al despertar; hicimos El club de los bochincheros, el Chilenazo y también 525 líneas, que era un matinal que se
transmitía los domingos en la mañana, con Juan Guillermo Vivado. Pude conocer Hollywood, Los Ángeles y Miami, donde viajaba a comprar películas y a pelear por los “envasados” buenos. Aprendí lo que son los envasados y cuánto influyen en la programación, etc. Me sentí muy realizado porque estaba en diferentes áreas. Era un gerente atípico. Iba a una comida y pasaba a las 2 de la mañana al canal a ver cómo iban las transmisiones. Estaba medio rayado con la cosa, jajaja”.

 

¿Cree que su forma de gestionar marcó un precedente en cómo hacer televisión en Chile?

«La verdad es que todo lo he hecho con mucho entusiasmo y con mucha pasión, cosa que se ha perdido, en el mundo moderno, en el periodismo. Lo hice lo mejor que pude, no más”.

 

¿Qué recuerda de su experiencia haciendo clases en la universidad?

“Muchas cosas. Me gustó mucho hacer clases. En Comunicación Audiovisual, hacía un ramo que se llamaba Televisión Profesional y, en Periodismo, hacía Entrevista Periodística. Esta experiencia se dio porque conocí a Andrés Guiloff, que
fue Director y dueño de la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación (UNIACC), quien me llevó a trabajar con él. Tengo muy buenos recuerdos de la UNIACC en esos tiempos, donde estuve 20 años. ¡Ojalá las personas a las que les enseñé algo hayan aprendido!”.

 

¿Cuáles son sus proyectos laborales para este año, aparte de su programa “Cada Día Mejor”, de La Red, con más de una década al aire?

“No hago muchos proyectos en mi vida, porque grandes proyectos son grandes decepciones. Y como la decepción es una prima hermana del estrés, entonces nunca me hago grandes ilusiones de que vamos a hacer esto o esto otro. Es indiscutible que también tengo que aceptar que estoy en el final de mi carrera, no en el comienzo. Siempre converso con la gente de La Red sobre algunas posibilidades de hacer alguna cosa. No me proyecto mucho en nuevas programaciones, pero tengo algunas ideas que estamos manejando. Cuando era más joven, cuando empecé en esto, quería hacer un programa de radio, un programa de televisión, una película y conducir, todo el mismo día y a la misma hora. Eso es algo absolutamente imposible. Ahora tomo las cosas con más calma. Ya tengo una situación económica formada. En todo caso, sigo en La Red con Cada Día Mejor”.

 

Respecto de sus libros en preparación, ¿cuándo tiene contemplado publicar?

“Cuando tenga un poquitito más de tiempo, porque me he hecho un partidario  de la siesta, que antes nunca lo había hecho. Uno se llama Historias de mi vida. Es autobiográfico, pero no de esos que empiezan a contar: ‘Nací en tal parte…’. No, a nadie le interesa. Cuenta historias que tuve alguna vez con la CNI por ejemplo, o las historias de los clásicos universitarios, que hay dos mil, de las fotonovelas, del teatro, de la televisión, de los personajes que he conocido, de las discusiones que he
tenido con ellos”.

 

¿Qué personaje recuerda en particular?

“Recuerdo a dos. Julio Iglesias, con quien tuve una dificultad que derivó en una discusión. Por eso lo recuerdo. Resulta
que él me citó a las 6 de la tarde a su suite. Llegué a la hora con 2 fotógrafos de la revista Ritmo. Él apareció 25 para  las 7. Estaba al lado, conversando con amigos y riéndose. Entonces, le pregunté si tenía algo en contra mío. Me dice: ‘Pero, ¿por qué?’ ‘Porque me has hecho esperar media hora. Yo soy un modestísimo periodista, pero también mi tiempo vale. Tú eres un cantante internacional muy famoso. Respeta para que seas respetado’. Estaba muy tostado. Y, la verdad, es que él se cortó bastante, porque no estaba acostumbrado a cosas de ese tipo. Al final le dije: ‘Si tú no quieres que te haga la entrevista, no te la hago y me voy’. Entonces, trató de culpar a la revista. Yo abrí un porta documentos y le pasé la revista del día siguiente, que salía el martes y esto era un lunes. Le dije: ‘Tú, que hablas contra la revista, vienes en la portada’. En resumen, hicimos la entrevista que yo titulé La vida es una carta por jugar. Volvió a Chile Julio Iglesias más en gloria y su representante me invitó a almorzar solo con él. También me dijo que mi entrevista había sido una de las mejores que le habían hecho. Y, durante mucho tiempo, Julio Iglesias me mandó tarjetas de Navidad y algunos regalos para Pascua”.

 

¿Y el otro?

“Sandro, que me pareció una persona muy sencilla, muy simple. Estuvimos conversando más de 3 horas. Me encantó. También su representante no me daba la entrevista, y pasaban los días. Llega Sandro (pseudónimo de Roberto Sánchez Ocampo) y me coloqué frente a él, cuando iba caminando hacia el escenario. Le dije: ‘Roberto, este señor que va a tu lado, Óscar Anderle, no me ha querido dar una entrevista contigo. Te pido que tú me la otorgues’. Entonces, él me respondió: ‘¿De qué medio eres tú?’ ‘Revista Ritmo’. Se da vuelta y le dice a Óscar: ‘La revista Ritmo nos ha ayudado mucho’. Y a mí: ‘Terminado el show, 30 minutos después te espero en mi suite, número tanto y tanto’. Y llegamos y nos atendió estupendo”.

 

¿Sobre qué tratan los otros libros en preparación?

“Cien cartas al Mercurio, publicadas y no publicadas, donde pienso incluir una carta mía que apareció el 1 de febrero donde hago una alabanza al Presidente Eduardo Frei Montalva, del que fui un gran admirador. Y el otro es Humanamente hablando. Personas y personajes, donde me refiero a cómo fue la trastienda del programa Humanamente hablando. De aquí puedo
adelantar que, cuando entrevistamos al General Gustavo Leigh, lo perseguimos durante 2 años. La productora, que es mi señora, Patricia Ojeda, lo buscó dos años hasta que consiguió la entrevista y fue la única vez que el General Leigh asistió a un estudio de grabación, porque siempre daba las entrevistas en su casa o en su oficina. También entrevisté a la señora Lucía Hiriart de Pinochet, quien se quería ir porque le molestó una pregunta que yo le hice sobre los detenidos desaparecidos. No recuerdo bien lo que me contestó, porque se corrió por el lado y justo ahí teníamos que ir a comerciales. En ese momento, ella quiso irse. Le dije: ‘Pero, señora, cómo se va a ir si estamos a mitad de la entrevista’. ‘Es que usted me está haciendo preguntas desagradables’. ‘Pero, por qué, si usted tiene que tener una opinión. Mire, en las preguntas y respuestas, siempre gana el que responde. Usted tiene todo el tiempo que quiera para contestar’. Entonces me pidió que sacara esa pregunta y yo accedí. Ese fue un momento difícil, porque estaba empezando en Mega y estuvimos unos 20 minutos conversando con ella hasta que aceptó seguir. Al otro día me mandó pedir la cinta para verla antes. Hubo otros personajes como Eduardo Bonvallet, que lloró mucho cuando lo entrevisté. O Daniel Lencina, con quien tuvimos que parar la grabación. La gente dice: ‘Les gusta hacerlos llorar’. No, ¿para qué? Uno nunca quiere que la gente llore, porque se desordena la pauta, el libreto, todo. A lo mejor Mario (Kreutzberger) alguna vez lo quiso, pero era en el contexto de un concurso, pero eso es otra cosa, no es una conversación o una entrevista”.

 

Mirando hacia atrás, ¿se siente pleno con lo que ha logrado en su trayectoria?

“Aunque me parece un poco vanidoso de mi parte, desde el primer día de mi carrera nunca pensé que iba a lograr algo que me dio la vida, que ha sido muy generosa conmigo, que es el prestigio. Porque uno aspira a ser conocido, a que lo contraten de una parte o de otra, pero no al prestigio que me han otorgado el público y muchos periodistas que me han entrevistado, además de los muchos premios que he logrado –más de los que merecía– porque me he sacado 2 veces el APES y 2 veces el TV Grama. Todo eso se junta en una palabra que es prestigio, de lo cual estoy muy agradecido. No sé cómo se logra, pero siento que llega un momento en que tú sientes que la gente te da este título, no te podría decir si hace 10 años, hace 5 o hace 3. Pero estoy consciente de ello porque, cuando hablo en alguna reunión, soy muy escuchado. Si le digo a algún otro
conductor en La Red, siempre con la mejor intención: ‘¿Te puedo hacer una sugerencia?’ Siempre hay una disposición: ‘Encantado, por favor’. Por eso, hoy me siento muy satisfecho y muy reconocido”.

 

Entrevista publicada originalmente en la Edición 178 de El Guardián de la Salud. Marzo 2019.

Ivette Vergara: “Yo soy de comida bien saludable, pero soy dulcera, ese es mi gran pecado”.

A los 46 años, esta periodista y conductora de televisión luce una facha como pocas, a tal punto que una marca cosmética internacional la contrató para ser rostro de una reconocida crema. Estos atributos hace años impulsaron su carrera en los medios cuando, a los 17, fue elegida “Miss Paula”, concurso de belleza que le abrió las puertas del modelaje. Sus méritos, sumados al esfuerzo y profesionalismo, la han situado en diversos programas en La Red, TVN, Chilevisión y, desde 2013, en el exitoso matinal de Mega. Al igual que en su adolescencia, esta ex seleccionada nacional de voleibol –disciplina que abandonó por un tiempo a causa de las pasarelas, de su carrera y de la maternidad–, hoy se declara fanática del deporte más por salud que por estética.

 

Por Antonio Muñoz, Periodista PUC

 

¿Qué importancia le das al deporte?

“Creo que lo más importante es la disciplina que te entregan los deportes en términos de los hábitos, de la responsabilidad,
del trabajo en equipo; en fin, una serie de valores. Y no necesariamente tiene que ver con un tema alimentario, sino que
también con como tú te vas desarrollando y vas interactuando con tus pares en la vida misma, en tu trabajo, en el colegio,
en la universidad, en todos los ámbitos”.

 

Aunque fuiste seleccionada nacional de voleibol, dejaste tu carrera deportiva. ¿Por qué?

“Lamentablemente, en Chile, no se puede vivir del deporte. De hecho, yo tenía una beca deportiva para entrar a estudiar a
la Universidad de Chile. Sin embargo, no la ocupé y me fui a estudiar Tecnología en Alimentos en la USACH. No me imaginaba viéndome en la obligación de abandonar el deporte por los estudios, y sabía de la experiencia de compañeros
mayores que eran deportistas de alto rendimiento a quienes no se les daban las facilidades para competir y estudiar al mismo tiempo. De hecho, la mayoría de mis compañeras que sí estudió con beca en la Chile se demoró un año más en sacar la carrera. Así es que creo que tomé una buena decisión. Mi hijo mayor, que estudia con beca deportiva en Estados Unidos, vive una experiencia totalmente contraria, porque allá los deportistas no se quedan con ningún ramo. Si están complicados y les está yendo mal, ponen un tutor que les enseña, los guía, los ayuda. Si les toca una prueba, cuando tienen entrenamiento o concentración, el profesor está en la obligación de darles facilidades. Entonces, vemos cuáles son los resultados de países desarrollados como Estados Unidos, que tienen políticas públicas deportivas que fomentan el deporte en los niños desde muy pequeños, en los grandes juegos”.

 

En la actualidad, ¿practicas algún deporte?

“Sí, volví a jugar voleibol después de estar casi 18 años fuera del deporte. Y hace 8 años lo retomé. Me retiré básicamente
por mi trabajo en ese minuto, ya que empecé a trabajar como modelo y era incompatible, porque tirarse al suelo y llegar con las rodillas rasmilladas, con moretones, etc., me complicaba mucho. Después, también, por un tema de tiempo. Los desfiles de moda eran casi todos a partir de las 6 de la tarde. Tenía que ir a buscar los zapatos, peluquería, maquillaje, ese tipo de cosas, y yo entrenaba lunes, miércoles y viernes, de 6 a 8 de la tarde en un principio, luego de 8 a 10, en etapa universitaria. Además, fui mamá jovencita, a los 23 años primero y, luego, a los 27. Dejé entonces de hacer deporte, aunque siempre he hecho actividad física, toda mi vida. Incluso embarazada, el día antes de tener a mi hijo, estaba en el gimnasio entrenando, haciendo aeróbico, anaeróbico, porque mi cuerpo estaba acostumbrado. Ahora complemento el voleibol con Pilates, que me ha hecho superbién para las lesiones deportivas. Es buenísimo”.

 

Para mantenerme en forma, ¿cuidas tu alimentación?

“Sí. La verdad es que soy bastante cuidadosa con el tema alimentación. De hecho, ahora por ejemplo, estoy haciéndole caso
a mi amigo Giancarlo Petaccia, que está con este “Código Petaccia”. Yo soy de comida bien saludable, pero soy dulcera,
que es mi gran pecado. Entonces, cuando en el Mucho Gusto tenemos cosas dulces,como tortas por ejemplo, que son mi
debilidad, trato de hacerle caso cien por ciento a mi amigo Petaccia, así es que de lunes a viernes me porto muy bien, pero el fin de semana siempre me doy un permiso. Soy sibarita, me gusta la comida, me gusta comer rico, me gusta conocer comidas distintas o restoranes distintos. Si no puedo disfrutar eso, siento que la vida no tiene mucho sentido”.

 

Y en el matinal, con la sección de comida, debe ser un desafío diario.

“La hora del desayuno es terrible, porque siempre hay algo, o torta merengue lúcuma, o tres leches de frambuesa, que son mis dos postres favoritos. ¡Puedo sentarme a ver una película con un bol de merengue!, pero ahora lo hago con tagatosa, porque tengo eso: de muy chica recuerdo que mi familia, en general, ha tenido tendencia al colesterol alto. Por eso, en mi casa no se comen frituras, no se usa en general mucho aceite en las comidas. Tengo internalizado eso. Y como partí haciendo deporte desde muy pequeña, me acostumbré a cuidarmi alimentación, porque cada ciertotiempo teníamos control con los nutricionistas, nos hacían charlas nutricionales de qué era lo que debíamos comer los deportistas de alto rendimiento y qué no; teníamos medición de grasa. De hecho, a los 12 años ya tenía una cáliper en el brazo, midiéndome la grasa. Pero este cuidado no es por un tema estético, sino por un tema de salud, porque para rendir más, tener más rechazo, un salto más
alto, necesito estar más liviana. Por lo tanto, no puedo tener mucho porcentaje de grasa. Creces con eso y, al final, te das cuenta de que te acostumbras a  comer de manera sana. No obstante, cuando salíamos del entrenamiento por la selección en el Comité Olímpico, que quedaba en Tarapacá, abajo había un carrito de empanadas fritas y nos comíamos una. Luego nos íbamos a entrenar por la universidad”.

 

¿Quién cocina en casa: tú, tu marido (Fernando Solabarrieta) o la nana?

“En mi casa la que cocina es mi nana, pero todas las instrucciones se las doy yo. De hecho, tengo una minuta de 30 menús distintos para un mes completo. Soy superordenada para esas cosas. Entonces, lunes, lentejas con chorizo; martes, charquicán; miércoles, arroz chaufán con carne. Y claro, son recetas nuevas que he aprendido en la cocina del Mucho Gusto y que voy incorporando. Me gustan las recetas de Agustín (Romero), o de Serrucho (Miguel Valenzuela), y las anoto. Tengo una cantidad de recetas increíble en mi celular que hasta podría escribir un libro; una recopilación con las que más me gustan. Carola Bezamat, cuando venía al matinal, tenía una sección de comida saludable y ahí aprendí a hacer las hamburguesas de lentejas o de garbanzos con cúrcuma. Si de repente a uno se le pasa la mano con la cantidad de legumbres, al día siguiente no le vas a dar de nuevo lo mismo a los niños, así es que las disfrazas un poco, les echas un par de cosas y tienes otra comida distinta. En eso también he aprendido mucho. No es que me fascine estar todos los días en la cocina, pero sí me gusta atender a mis invitados. Cuando invito a mi casa, me gusta cocinar a mí. También me gusta cocinarle los fines de semana a mi familia, a Fernando, a los niños. A veces me dicen: ‘Pidamos algo’. ‘No. Yo les quiero cocinar’”.

 

¿Y están alineados contigo?

“¡Es que no tienen otra opción!”. “¡Imagínate lo que son las discusiones!

 

Sabemos que estudiaste Periodismo, por lo tanto eres colega de tu marido. Y, además, eres deportista, área que él cubre. ¿Cómo es la convivencia entre ustedes?

“Mi hijo mayor juega fútbol en Estados Unidos, mi hija es voleibolista y el más chico también es futbolista; o sea, toda la familia deportista. De repente, me llama mi hijo y me dice: ‘Mamá, ¿cómo viste el partido?’ ‘Bueno –le digo– pero cuando hiciste tal cosa, ¿por qué te cerraste tanto? ¿Por qué no te fuiste en la diagonal?’. Y Fernando empieza a decir: ‘Ella, la que sabe’. Entonces, le contesto: ‘¿Tú crees que esto es física nuclear?’. Si el deporte es uno solo, más o menos, y uno tiene nociones, conocimientos. Claro, yo no soy experta en fútbol ni voy a entrar a analizar la táctica del partido, porque ese no es mi dominio. Pero, en general, todos los deportes son similares en cuanto a las estrategias, las actitudes dentro de la cancha, los movimientos, las caras si se te fue el gol o se te fue el remache, si te quedas pegado. Porque una cosa es la táctica de los deportes y otra es el aspecto emocional, que influye tanto que a veces es mucho más importante. Yo guío mucho a mis hijos desde ese punto de vista, como una especie de coaching. Fernando orienta más a mis hijos desde lo táctico, en cómo se planteó el partido por el lado técnico. Pero es rico, porque cuando conversamos o discutimos, vamos compartiendo experiencias”.

 

¿Realizan actividades deportivas en familia?

“En verano, se viene el beach voley y las pichangas. Entonces, son los Solabarrieta hombres (Fernando, Nicolás e Iñaki) contra las dos Solabarrieta mujeres, ambas voleibolistas. Y ellos pasan la pelota con lo que sea, hasta con la pata. Pero, obvio, ganamos las mujeres. Entonces se pican, aunque a veces nos han dado harto la pelea. Si empiezan a perder, empiezan a pelear. Entonces, les digo: ‘Ya, véngase uno para acá’. Y les paso a la Maite, mi hija. ‘Ándate tú para allá, juega con ellos y trata de organizarlos’. Es para compensarlos y que no se peleen tanto, porque obviamente, como deportistas, somos todos competitivos y todos queremos ganar”.

 

¿Te sientes una mujer guapa?

“Nunca me sentí así. Como que ahora último, ya más vieja, empiezas a decir: ‘En realidad, algo debo de tener’, porque si todo el mundo te dice que eres atractiva, que eres buena moza, algo hay. Pero nunca ha sido mi tema, nunca me he preocupado mucho de: ‘¿Seré bonita?’. No. De modelo nunca me sentí así. Todas eran flacas y yo la más curvilínea. Me decía: ‘Tengo más cuerpo de brasileña’. Cuando llegué a la televisión, tampoco. Creo que, cuando pasé los 30, empecé a aceptarme primero, porque siempre me cargaron mis piernas, mi trasero. Me encontraba todo grande, demasiado voluptuosa. Empecé a decirme: ‘Sabes, no es tan malo ser grandota, no es tan malo ser alta’. Pero fue un tema de madurez, absolutamente”.

 

¿Cuál es tu postura frente a la cirugía plástica, el bótox o el ácido hialurónico?

“Creo que si uno el día de mañana siente la necesidad de hacerse un retoque, porque te molestan las patas de gallo y te hacen realmente sentir mal, me parece que no tiene nada de malo. Pero creo que siempre hay un límite. Yo todavía no me pongo ni bótox ni ácido hialurónico, porque siento que no los necesito. Si me río y se me producen estas arruguitas en el contorno de los ojos, no me molestan. Pero, a lo mejor, si en 5 años me empiezan a molestar, no dudaría en hacerme un retoque; pero un retoque. Mi problema son los excesos, como cuando tú ves a alguien y dices: ‘No, pues, se le transformó la cara’”.

 

¿Te suplementas para compensar el desgaste físico por estar en cámara y hacer deporte?

“Solo cuando estoy con sobrecarga de entrenamiento, muy exigida porque vienen campeonatos y empiezo a hacer preparación física. Si no, no lo hago, porque tampoco es bueno sobrecargar el cuerpo con proteínas, porque cargas mucho el trabajo del riñón. Por eso, soy cuidadosa de ir dosificando y de no bombardear el cuerpo con tanta cosa. Vitaminas sí, siempre estoy tomando multivitamínicos”.

 

¿Duermes 8 horas diarias?

“Ojalá. Mi tema es que descanso poco y no tengo un sueño profundo. No tomo nada para inducir el sueño, porque la última vez que tomé algo me hizo efecto como 10 horas después. Entonces, andaba lenta y ya a las 4 de la tarde estaba botada. Cuando tomo remedios, me pegan mal porque mi cuerpo no está acostumbrado a tomarlos. De repente, me compro melatonina, pero siento que no me hace efecto. A veces, cuando estoy muy reventada, trato de dormir una siesta de 20 a 30 minutos, porque me repone. Cuando entreno voleibol, es hasta las 10 de la noche los martes y jueves. Mi hija entrena hasta las 10:15, y yo la voy a buscar, por eso nunca llego a la casa antes de las 10 y media. Lo más temprano que me acuesto, y a
regañadientes de mi marido, es entre las 11 y media o un cuarto para las 12. Y me levanto a las 5 y media. La primera alarma del despertador es a las 5:30 y, la segunda, a las 5:45. No soy de las que suena el despertador y salen al tiro de la cama. Por eso, me regalo esos 15 minutos para convencerme de que me tengo que levantar”.

 

Entrevista publicada originalmente en la Edición 174 de El Guardián de la Salud, noviembre 2018.

 

Juanita Parra: “Hay maneras naturales de lograr la salud”

Por Paulina Pizarro

Es agosto de 2016 y estamos con Juanita Parra, tomándonos unas limonadas con jengibre en el Parque Forestal, su barrio. Nos juntamos a conversar de todo, de su niñez en Francia y de cómo esto influenció su visión del mundo. Además, nos contó que recurría a la quiropraxia y apiterapia para proteger sus tendones y espalda, y que usaba la meditación y el yoga para la tranquilidad mental.

El año 1996, Los Jaivas retornan al país y presentan a su nueva baterista, nada más y nada menos que la hija de Gabriel Parra, el fallecido baterista original. En esos años, la mayoría de las figuras musicales femeninas eran solistas o parte de un grupo de mujeres, pero esto de una mujer joven en una banda de viejos hippies no se había visto jamás. De ahí en adelante, Juanita pasó de ser una completa desconocida a una figura mediática, y tuvo que lidiar con la fama y todo lo que ello trae.

Con una niñez vivida en Francia, en donde se educó, a los 15 años se puso a estudiar batería. Sin embargo, debido a la repentina muerte de su padre, tuvo que alejarse de Los Jaivas porque el dolor era muy grande. Como ella misma dice “cuando él murió, una parte de mi murió, me costó mucho pararme de nuevo”.

Finalmente, en un reencuentro con la banda, ellos le volvieron a proponer la idea de que se transformara en la baterista de la banda y Juanita, mejor preparada emocionalmente, aceptó el desafío y se sometió a entrenamiento musical intenso por 5 años, aprendiendo las canciones, los ritmos, la potencia y la pasión musical de Los Jaivas. Así, en 1996 debutaron en el Festival de Viña, atrayendo mucha atención de los medios, sobre todo por esta nueva integrante baterista.

 

Gentileza Juanita Parra

Leíamos en una entrevista que fuiste mamá a los 35. ¿Cómo fue tu proceso?

Yo hasta los 30 años no quería tener hijos. Tenía toda una convicción por la cual no hacerlo. Después consideré vivir esa experiencia, pero de una manera 100 % consciente. O sea, yo no asumo el no criar a mi hija, aunque tenga la vida que tengo. El estar ahí, el haberle enseñado sus primeros pasos, sus primeras palabras, el que se parezca a mí y a su padre, que hable como nosotros. Me refiero a criar y dedicarse.

Tuve un embarazo tranquilo, no tuve vómitos ni me sentí mal, solo con un poco más de sueño. Tuve tan buena salud que toqué con la banda hasta los siete meses de embarazo. Fuimos de gira a la Carretera Austral y yo como si nada; era tanta mi convicción con el embarazo perfecto que sentía que mi cuerpo estaba preparado para eso. El doctor me dijo que cuando uno tiene una actividad física y te embarazas, no tienes por qué cambiarla. De hecho, yo seguía un programa de ejercicios intensamente en esa época, y creo que fue uno de los grandes pasos que me llevó a un embarazo tan armónico.

Lo único es que al momento de nacer ella venía con la cabeza hacia atrás y no podía salir. Por ende mi parto no pudo ser natural. Teníamos todo preparado para que fuera natural, con luz tenue, inciensos, música, etc. Estuve siete horas en trabajo de parto y el doctor me dijo que había que hacer cesárea. Yo lloraba a mares porque quería parto natural, pero me tuve que resignar.

¿Cómo te sentiste psicológicamente después de la cesárea?

Cuando supe que no iba a poder parir a mi hija lloré y lo rechacé, pero finalmente me entregué a la situación. Después estaba preocupada de aprender a amamantar, y eso se desarrolló normal hasta los 6 meses y medio de Kayla, que fue cuando volví a tocar. Entonces ahí, por un tema de horario y conveniencia, la desteté, pero ella seguía de gira conmigo hasta el año usando mamadera.

¿Cuáles eran tus convicciones por las cuales no querías tener hijos?

Hoy en día las familias se arman y desarman con demasiada facilidad, yo creo que ese es el gran error de esta sociedad.

La gente tiene hijos sin mucho cuestionárselo, sin pensar…

Un hijo nace de un padre y de una madre, y eso tiene que estar sólido para sostenerlo. Cuando nace un hijo, esa pareja se ve enfrentada a una serie de desafíos que hay que resolver. Tiene que tener un sentido, porque si no pasa que se separan, y lo más fácil es resolver terminando o buscándose a otro con los mismos problemas u otros peores. Y ¿qué pasa con esos niños?, van quedando guachitos, de un lado para el otro. Muchas familias de nivel económico alto tienen hijos que viven prácticamente solos, porque los padres viajan y trabajan mucho. Y los de escasos recursos quedan abandonados a su suerte, en la calle. Y todos finalmente expuestos a un montón de cosas que no son positivas. Entonces yo creo que la gente no está consciente, no lo asume así, no se cuidan. O sea, yo no tuve hijos hasta los 35 años y no porque fuera monja, sino que decidí cuidarme porque no me imaginaba teniendo hijos de casualidad. No es un buen fundamento para la vida.

Foto: Sergio Iglesias

¿Cómo cuidas tu salud y la de tu familia?

Bueno, a mi hija solo le aplico productos naturales. Por ejemplo, el jabón y el champú, porque sé que a través de los parabenos se está dañando mucho. Mi madre me crió con una buena pauta de alimentación, de cuidado natural, de medicina alternativa. Además que Francia, donde viví hasta los 26 años, está bastante desarrollada en medicina naturista. Nosotros íbamos a un médico colombiano que era increíble y practicaba terapias alternativas también. Además, fui vegetariana durante siete años de mi vida (aunque comía pescados y huevos) hasta que me embaracé.

Increíblemente, cuando me embaracé todos mis antojos fueron de carne y mi hija es totalmente carnívora. Recuerdo que mi primer antojo fue de jamón serrano y mi marido no lo podía creer porque él me conoció vegetariana (risas). Este embarazo me pedía carne y nunca tuve indigestión ni nada, a pesar de lo que la gente me decía. Estaba mentalizada, mi cuerpo lo pidió y lo comí, y nunca más paré de comer carne. Hoy día como de todo, y como harto, me gusta la comida chilena, el plato grande, la comida de los mercados.

Cuando llegué a Chile inmediatamente me puse en manos de un acupunturista, quien era una especie de médico de cabecera. El yoga lo conocí mucho después. Javiera Parra, la cantante, me habló del yoga y me llevó a sus clases, y ahí quedé fascinada hasta el día de hoy.

¿Cuál es tu opinión sobre el sistema médico actual?

Sorprende la cantidad de farmacias que tiene este país; en las cuatro esquinas suelen haber cuatro farmacias. Hace algunos años salió a la luz el turbio negocio de venta de remedios, haciendo creer a la gente que dependen de ellos, como si no existiera ninguna otra manera.

Yo entiendo que un estilo de medicina como la cubana sería el más correcto, porque es una medicina integral; el doctor es el médico de la familia, sabe tus antecedentes familiares, el estilo de vida de sus pacientes, cómo comen, etc. Un médico que te atiende en 15 minutos es imposible que se sumerja en tu vida y te dé soluciones concretas. Entonces lo más fácil es recetar medicamentos. Como por ejemplo mi hija Kyla cuando pequeña tuvo un problema de pleuroneumonía, con operación al pulmón y todo, y terminé llevándomela de la clínica puteando a todo el mundo para seguir cuidándola en casa.

La medicina cubana es preventiva. Te cuida de una manera que hace que tú no te enfermas ni eres dependiente de los remedios.

Me explico, soy baterista, toco mucho, tengo muchos conciertos, la batería si bien es un trabajo aeróbico, te descompensa muscularmente, porque la forma de tocar no es como si yo estuviera haciendo el peso exacto en ambas manos. Si no me cuidara como lo hago, tendría que tomar analgésicos todo el rato o relajantes musculares, cualquier tontera. En cambio, voy regularmente al quiropráctico, que me endereza la columna. Cuando empecé con los dolores de tendinitis, los médicos me empezaron a decir “te tenemos que operar, te vamos a hacer infiltraciones, tienes que tomar corticoides, etc.”, y yo apelé a mi instinto y dije “no”. Leyendo unas publicaciones llegué a la apiterapia, y me enteré de que el veneno de las abejas es un excelente reconstituyente de los tejidos de los tendones.

Gentileza Juanita Parra

Entonces el tema también pasa por informarse bien, porque todo eso está a la mano. Hay alternativas para no depender de ese tipo de medicina. Hay productos y suplementos naturales para todo.

Justamente eso es, no llegar a estar enfermo sino que cuidarse para no enfermarse. El yoga, por ejemplo, ayuda mucho al desarrollo del control mental, al igual que la meditación. Sobre todo cuando uno tiene una vida con mucha energía externa, es importante conocerse y mantener la paz interior. Puede parecer un poco individualista, pero para poder entregarle a mucha más gente, uno tiene que estar bien con el yo interno. La mente es lo más fuerte que tenemos y si tu estás pensando en enfermedades también las estás provocando dentro de ti.

Básicamente yo me mantengo con buena salud, aparte de todo lo que te digo, porque puedo hacer lo que me gusta, y vivir de eso sin estar con penurias económicas que te agobian y angustian, y te provocan enfermedades.

El resto es cuidar tu cuerpo con ejercicios para que esté vital, fortalecido, energizado, y cuidar la columna vertebral que es nuestro eje. En mi caso recurro también a la apiterapia porque le exijo mucho a los tendones, y el veneno de las abejas es “mágico”, es un antibiótico supremo que también te fortalece las defensas.

¿Cómo es la experiencia de vivir de la música?

Es un gran privilegio, una bendición, porque uno es feliz haciéndolo y haces felices a otros, y más encima se puede vivir de esto. O sea, te ayuda a tener mejor salud, física y mental. Desde el 96 yo vivo exclusivamente de Los Jaivas. Entonces puedo dedicarle tiempo de calidad a mi familia y a mi hogar. Para mí eso es fundamental.

Los Jaivas existen hace 53 años y nuestro calendario está lleno. Es un ejemplo de perseverancia y autogestión. Nadie sabe la fórmula, pero se ha dado. Y hoy gracias a los casos de corrupción política nuestra música cobra más vigencia.

Las letras de ustedes tienen que ver con hacer conciencia…

Pero una conciencia hacia lo espiritual, hacia la naturaleza, hacia el volarse con un cielo, con una montaña, ¿me entiendes? Son pocas las frases politizadas que tu encuentras, quizás un poco más en ‘Alturas de Macchu Picchu’ por la poesía de Pablo Neruda, pero en general es una cosa muy ingenua, muy bonita, muy inocente, que finalmente cobra mucho más sentido que tantas otras convicciones.

Hay padres que deciden no vacunar a sus hijos, ¿qué opinas de este tema?

Las menos vacunas posibles desde mi punto de vista. En mi caso, mi experiencia fue que todas las primeras vacunas, hasta los 6 años, las seguí regularmente con el pediatra de mi hija. Pero a partir de ahí, nunca más le quisimos poner otra, y nos negamos a la vacunación sorpresiva en los colegios como ovejas en fila. Así que mi hija aprendió a negarse sola.

¿En qué están con Los Jaivas ahora?

Además de tocar mucho, estamos trabajando en un proyecto que se gestó cuando el Gato (Alquinta) aún estaba vivo, que es la Fundación Los Jaivas. Ahora estamos arreglando nuestra sede, ubicada en barrio República, y a futuro esperamos desarrollar talleres musicales liderados por los mismos músicos de la banda. Ahí tendremos nuestra propia sala de ensayo y también queremos trabajar directamente con las escuelas porque creemos que hay que dirigir la energía de los jóvenes y niños que quieran acercarse a la música. Nos hemos dado cuenta cómo les cambia la vida cuando tienen la posibilidad de acceder a estas clases. Así que queremos hacer escuela y trabajar con las orquestas juveniles de regiones.

Fotos: Sergio Iglesias

(Artículo publicado en El Guardián de la Salud, versión impresa, edición 151)