Lorena Castillo
Naturópata holístico – Paramédico
Tras la alerta de impulsos suicidas, los “primeros auxilios psicológicos”, pueden evitar un desenlace fatal.
Ser los primeros y quizás únicos interlocutores con una persona que tiene deseos de matarse no es fácil, porque normalmente no estamos preparados al respecto y, además, podríamos vernos sobrepasados por la sensación de responsabilidad.
Una “conducta suicida” es todo aquello que hacen las personas con el fin de hacerse daño o terminar con su vida. Esto incluye tener pensamientos o expresiones verbales suicidas, hacerse autolesiones o directamente intentar matarse.
Se debe tener claro también que la persona que presenta una conducta suicida, en realidad, no quiere morir, si no escapar de un sufrimiento del que, por el motivo que sea, en estos momentos no encuentra otra salida.
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Iniciar primeros auxilios psicológicos:
Ya sea por teléfono o en presencia del afectado, tenemos que hablarle sin prisa, sin levantar la voz, y en un tono suave. Debemos escuchar evitando distracciones externas, y usar indicadores verbales que demuestran que estamos escuchando (“ya”, “entiendo”, etc.). De vez en cuando, podemos devolverle la información resumida, para mostrarle que estamos prestando atención y ayudar a la persona a organizar sus pensamientos. Es bueno que nos interesemos por su estado con preguntas poco específicas, dejando que sean sus respuestas las que vayan encaminando la conversación hacia cuestiones más concretas y personales, poniendo mucho cuidado para que no parezca un interrogatorio. Tenemos que escuchar su visión de los hechos y las circunstancias que lo han traído hasta aquí, sin tener miedo a utilizar la palabra suicidio. No debemos interrumpir o tratar de evitar expresiones emocionales como el llanto, la rabia, etc., porque puede ayudarle a reducir la tensión, y además le estaremos dejando claro que respetamos su derecho a sentirse mal.
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Complementar el abordaje inicial:
Si nos encontramos con la persona en el mismo lugar, tenemos que movernos despacio para intentar generar sensación de calma y mostrarle que tenemos todo el tiempo que haga falta. Dirigiremos nuestra postura hacia él o ella, colocándonos a su altura, mirándolo a los ojos y con el cuerpo y las extremidades orientadas en su dirección. Evitaremos cruzar los brazos, hacer movimientos bruscos, o echarnos hacia atrás (a menos de que sea necesario por seguridad).
Con una actitud calmada, afectiva, empática y positiva, poco a poco iremos logrando que la persona se sienta contenida, apoyada y querida, y con esto, lo más probable es que logremos hacerla cambiar de opinión, al menos de momento. Posteriormente, y dada la gravedad de la situación, será necesario que el afectado reciba una terapia psicológica que le permita buscar una solución de fondo a su problema.
Para más indicaciones puedes contactarte con Fundación José Ignacio, cuyo lema es “Hablar de suicidio es salvar vidas”, o comunicarte con Salud Responde al 600 360 7777, donde cuentan con psicólogos que pueden brindar apoyo en situaciones de crisis.