A los 52 años, esta psicóloga chilena exhibe un currículum que pocos pueden darse el lujo de tener. Luego de ejercer varios años como terapeuta clínica, se dedicó a la investigación que ha significado publicar 8 libros a la fecha, todos en el top 10 de ventas y algunos de ellos traducidos a varios idiomas, complementando su presencia mediática con columnas de opinión en la prensa. Como si fuera poco, pasa la mitad del mes en nuestro país y la otra mitad en el extranjero, dictando conferencias y talleres. Incluso, se dio el tiempo de crear la Fundación CáncerVida, que también dirige, responsable de la organización de “El Encuentro. Tu conexión con el amor”, que este 7 de abril se desarrollará en el centro de eventos del Parque Araucano, y en el que participará junto con otros cuatro aclamados líderes
Por Antonio Muñoz, Periodista PUC
¿Por qué estudió Psicología, cuáles fueron sus motivaciones?
“La verdad es que yo, desde chica, en Temuco, tuve la sensación de que, a pesar de que mi apellido es Sordo, era muy
buena para escuchar y que me gustaba mucho hacer eso. Y, de alguna manera, el tema de estar en contacto con la gente
siempre me pareció interesante. Por lo tanto, cuando había que empezar a buscar la elección vocacional, apareció Periodismo, Derecho y Psicología, y sentí que al final la Psicología era donde yo más podía desarrollar lo que a mí me gustaba hacer, que era estar al servicio de la gente. Nunca pensé que después, desde la clínica, me iba a derivar a esta cosa de investigar que, al final, es a lo que me he dedicado estos últimos años –ya llevo 30 haciendo esto– y a recorrer América Latina sondeando, escuchando, olfateando y preguntando cosas acerca de los distintos temas que son los que después están graficados en los ocho libros”.
Desde su mirada de la psicología, ¿cómo diagnostica hoy la salud mental de los chilenos?
“Mala. Yo creo que hay cosas nuestras que son históricas que las venimos arrastrando hace muchísimos años, como la dificultad que tenemos para expresar lo que sentimos. Somos un país apretado emocionalmente –mayoritariamente, digamos, como una tendencia– y eso se fue agravando, después, con los niveles de estrés, con la forma que nosotros tenemos de enfrentar lo cotidiano, con la queja permanente, con ser muy poco agradecidos de lo que vivimos. Y si a eso le sumamos que somos uno de los países de América Latina que más consume tecnología, entonces todo se agrava aún más. Se agrava más por el hecho de no conversar, de no mirarse a los ojos, de no decirnos cosas lindas, de usar las redes sociales solo para tirar rabia, en forma anónima y descalificatoria. A esto se suma el consumo de remedios, más el tema del sobreconsumo, de sentir que hay que comprar mucho, lo que va generando una especie de disociación de lo que nos
está pasando por dentro. Al final, los motores son externos y yo creo que, si bien hemos ido evolucionando positivamente
en un montón de cosas, nos falta mucho en términos de ternura, de cuidado del otro, de ponerme en el lugar del otro, de
ser solidaria en lo cotidiano; porque para los desastres sí aparecemos, pero en lo cotidiano nos falta. Y creo que eso, sin
duda, nos afecta a todos. Somos el país de América Latina con más farmacias, a veces hasta tres por una cuadra”.
¿Considera que es una tendencia irreversible?
“Yo creo que ahí es importante no generalizar, porque hay muchos Chile. El Chile de Santiago no tiene nada que ver con el Chile del norte o del centro o del sur. Y, en la misma ciudad de Santiago, hay varios Chile también. Por lo tanto, los riesgos de vulnerabilidad psicológica son distintos y no necesariamente tienen que ver con el factor económico. Yo creo que, de hecho, hay más riesgo en los sectores más altos, en términos del sobreconsumo de medicamentos, del estrés, de la agresividad y de otras cosas. Pero sí siento que no vamos a volver al estado natural del barrio que queríamos, a pesar de todos los intentos que se puedan hacer. En la medida que volvamos a conectarnos con nuestras emociones, y los papás
tomen la responsabilidad de reeducar a sus hijos en sus habilidades emocionales y en la conversación familiar, sin duda
el camino se abre más positivamente. El tema empieza y termina en la familia, independientemente del concepto de familia que uno tenga, pero creo que en esa unidad afectiva es donde está la plataforma de comienzo de los cambios que queremos lograr”.
¿Cómo podemos propiciar ese ambiente de encuentro, cuando los padres precisamente trabajan todo el día?
“Somos el único país de América Latina, y eso te lo puedo dar con testimonio de fe, que tiene dos frases que se usan para
excusar todo tipo de errores. La primera es: ´Estoy cansado´; y la segunda: ´No tengo tiempo´. Y son las dos únicas frases que nuestros hijos más saben. Y eso termina incluso por reprogramar las neuronas, porque de tanto decir que estoy cansado, claro, termino sintiéndome más cansado. Pero, además, con el tema del tiempo hay una cosa que es bien Curiosa, porque los noticiarios en Chile duran una hora y media. Si yo decido no ver las noticias, tengo una hora y media para estar en pareja o con mis hijos. Eso es mucho tiempo diario. De hecho, los psicólogos tendríamos la mitad del trabajo que tenemos si esa hora y media la familia la usara para compartir. Yo creo que no sabemos priorizar. Y, además, la tecnología terminó por consumir el espacio de la mesa y de la conversación. Claro, hay realidades objetivas como que los
tiempos se acortan porque la familia llega tarde. Pero el cómo yo utilizo mi campo de elección para que juegue a mi favor es algo de lo que, en Chile, cuesta mucho tomar conciencia. Nos es mucho más fácil echarle la culpa al de afuera”.
En el ejercicio terapéutico, ¿se apoya en terapias integrativas?
“En este momento, no estoy haciendo terapias porque estoy viajando la mitad del mes fuera de Chile. Esa rutina la tengo hace 8 años, porque todos los meses salgo a dar conferencias a distintos lugares de América Latina, como Argentina, Paraguay, Perú, Bolivia, Guatemala y Costa Rica, porque me piden las distintas investigaciones que he hecho. Por esa razón, hace 7 años tuve que dejar de hacer terapias, pero me dediqué a ellas por casi 23 años y usaba todo lo que podía servir. Y como estrictamente los psicólogos no podemos dar medicamentos, porque esa es facultad del psiquiatra, sí podía orientar hacia terapias alternativas como flores de Bach, imanes, lo que fuera. Siempre formaban parte del contexto terapéutico en el que trabajaba. Y hoy, dentro de los talleres y de las investigaciones, también sugiero o aparecen formas de ayuda desde la fitoterapia, que es ayudarse de las plantas, hasta otras cosas como aromaterapia e infusiones”.
¿Cuál fue su motivación para dirigir la Fundación CáncerVida?
“La verdad es que yo creé la Fundación junto con otras personas hace 8 años, después de que falleciera una pareja mía, Óscar Letelier González, de cáncer de páncreas. Partió siendo una fundación dedicada al cáncer de pulmón y de páncreas, pero hoy ayuda a personas con cualquier tipo de cáncer. Se ha ido expandiendo. Es una fundación chiquitita,
pero tiene el gran mérito de ser la única creada por pacientes. Además, nos importa ayudar a la gente que transita por el cáncer, independientemente del diagnóstico, y a las familias de los enfermos, que muchas veces requieren de más herramientas que la misma persona que tiene la enfermedad”.
Ha sido elegida entre las 100 mujeres líderes de Chile en 2006, 2007, 2010 y 2013, además de muchas otras distinciones. ¿Cómo las asume?
“Primero, con pudor. Segundo, con sorpresa. Y, tercero, con mucha responsabilidad. Siento que cada reconocimiento,
chileno o internacional, es un espaldarazo. Pero, al mismo tiempo, no puedes dejar de hacer lo que estás haciendo. Y eso me enfoca a estar permanentemente centrada en mi trabajo y en lo que hago, muy agradecida por el cariño de la gente. La verdad es que el cariño por mí en Latinoamérica ha sobrepasado cualquier cosa que yo pude imaginar. Y eso me hace querer movilizar este cuerpo, todos los meses, a viajes que son agotadores pero que, al mismo tiempo, son muy reconfortantes desde el cariño de la gente. Vale la pena todavía. Y voy a continuar hasta que el cuerpo me lo permita”.
También ha alcanzado notoriedad pública con las columnas de opinión en la prensa. ¿Por qué incursionó en este género?
“Fundamentalmente, para tener la posibilidad de llegar a más gente con las cosas que voy descubriendo en las ‘caminatas’, que es como yo prefiero llamar a las investigaciones. Porque hay un porcentaje de gente que no va a acceder ni a las investigaciones ni a los libros ni a las charlas. Entonces, es una vía distinta de mostrar lo que he ido descubriendo, lo que han sido las reflexiones, lo que me ha enseñado la gente, lo que se ha ido desarrollando con estos temas. Y, al final, cualquier cosa que permita hacer llegar la información a cualquier persona intento tomarla con la mayor seriedad, y el tema
mediático, sin duda, ayuda. Además, es algo que me gusta hacer y que se ha ido dando de forma constante a lo largo de estos 30 años de profesión en toda Latinoamérica”.
Es autora de los libros “¡Viva la diferencia!” (2005), “Con el Coco en el diván” (con Coco Legrand, 2007), “No quiero crecer” (2009), “Lecciones de seducción”, (2010), “Bienvenido dolor”, (2012), “No quiero envejecer”, (2014), “Oídos sordos” (2016)
y “Educar para sentir, sentir para educar” (2017). ¿Qué comentarios le merecen?
“El más difícil de todos es el más reciente, “Educar para sentir”, porque es la investigación que más me costó hacer. Tuvo 5 años de duración y meterse en el tema de la educación es muy difícil, sobre todo en América Latina. Además, es la primera investigación en la que yo tomo al ser humano desde que nace hasta que ya entra a trabajar. Nunca me había metido en el mundo de lo laboral. (…) Fue todo un trabajo (…), así es que le tengo un cariño entrañable. Creo que es un libro muy
lindo y es un estudio que quedó muy bien hecho”.
¿Y cuál es el más significativo?
“Sin duda, el más significativo es “Viva la diferencia”, con el que debuté, porque cambió mi vida. Fue muy revolucionario
en el momento en que salió. Yo nunca pensé escribir un libro. Cuando la editorial me invita a que yo cuente la investigación de las diferencias de género que estaba haciendo en ese momento, estamos hablando de 1998 –y que si fuera escrito hoy tendría que tener matices distintos a los que fueron escritos hace tiempo–, nunca pensé que el libro iba a tener el éxito que tuvo, con innumerables traducciones (…). Ahora, el libro al que la gente le tiene más cariño es “Bienvenido dolor”, porque
hizo sintonía con quienes viven duelos o enfermedades, que son situaciones difíciles que le ha tocado vivir a todo el mundo, independiente de la edad. Es un libro muy acompañador, muy dulce, aliviador y contenedor”.
¿Cómo fue coescribir con Coco Legrand?
“Con el Coco la historia partió antes, cuando él me pide que lo ayude para el Festival de Viña del Mar del 2006, donde hace la rutina con el libro “¡Viva la diferencia!”. Después, el 2010, tomó el “No quiero crecer” para hacer la rutina de ese año. Y, entremedio de eso, un día me dice: ‘¿Por qué no hacemos un libro donde tú le expliques a los chilenos por qué yo veo al país como lo veo’? Y a mí me pareció genial la fórmula. Lo pasamos increíble. Fue una risa permanente. Estar con él es un placer, porque, además, es un hombre extraordinario como persona. Uno siempre aprende con él. Es de esas personas que uno siempre se vuelve a la casa con algo. Y eso se agradece mucho. Es maravilloso. Lo quiero mucho”.
Continúa ¿Qué consejo daría a nuestros lectores?
“Me carga dar consejos, pero en el camino de las investigaciones y de mi vida propia he ido descubriendo que el expresar lo que se siente, el decir las cosas que a uno le dan rabia, pena, miedo o alegría, es un índice de salud. También es una condición el moverse en la vida sin temas pendientes; dormirse en las noches habiendo dicho a todo el mundo que uno quiere que lo quiere, sin tener rencores, con la capacidad de tener esta actitud de alumna en la vida y no de maestro ni de graduado. Después está el tema de que hoy hay que ser cada vez más consciente de la alimentación, de no meterle toxinas al cuerpo –tampoco al alma–, de evitar las personas tóxicas, de tratar de vivir en armonía con todas las contradicciones y ambivalencias que uno pueda tener. Creo que son factores que hacen que la vida sea saludable. Y, de hecho, desde ahí es de donde surge este encuentro que se va a hacer en abril donde, producto de ciertas reflexiones con respecto a la alimentación y a la discusión con grupos de trabajo, en la Fundación CáncerVida dijimos: ‘¿Por qué no hacemos algo a lo que pueda acceder todo el mundo y que las personas tengan, además, la posibilidad de escuchar visiones distintas sobre lo que hoy es una vida saludable?’. Y ahí convocamos a Sergi Recasens, a Pedro Grez, al doctor
Ricardo Soto, al doctor Rodolfo Neira y a quien habla. En mi caso, hablaré del tema de las emociones”.
¿Cómo evalúa su trayectoria profesional?
“Tengo que agradecer que la gente haya aprendido a valorar y a reconocer mi trabajo. Que el sacar la psicología a las plazas no fue fácil hacerlo en Chile. Tampoco fue fácil hablar en sencillo porque, de hecho, todavía soy criticada en Chile
por eso, porque parezco poco seria, ya que en este país hay que hablar en difícil para ser inteligente. También por incluir
el humor dentro de las charlas. He tenido que romper un montón de barreras prejuiciosas. Ir dándome cuenta cómo ahora la gente se me acerca a pedirme disculpas por los prejuicios que tenía conmigo es algo que se agradece muchísimo. Que
se dediquen a leer mi trabajo y a escucharlo es algo que nunca pensé que iba a ocurrir y que se agradece mucho, porque
la verdad es que coloco todo el corazón en lo que hago y, con todos los errores que puedo cometer, solo intento llegar al
corazón de las personas, que es mi único objetivo. Creo que para eso vine a esta tierra y, si me voy habiendo tocado el
corazón de uno, valió la pena el haber pasado por acá.
Entrevista publicada originalmente en marzo 2018 en la Edición 166 de el Guardián de la Salud
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